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Hace tres meses que se celebraron las últimas elecciones generales en España. Tras este tiempo, parece que estemos abocados a otras nuevas que, aunque algunos pretenden justificarlas, pueden explicarse como un fracaso de nuestros políticos cuya misión es, justamente, ejercer la política en su pleno ... sentido que ahora reclama llegar a unos pactos existentes en otros países de la Unión Europea para hacer gobernable una nación democrática y que, a pesar del tiempo y rondas de contacto, es dudoso incluso que se hayan deseado alcanzar hasta el momento.
Es curioso escuchar las justificaciones formuladas por líderes y representantes de los partidos preparando la posibilidad de nuevos comicios, de la misma manera que lo es la lectura de algunos editoriales y columnas de opinión en destacados medios de comunicación que abogan razones sobre su conveniencia. Quizás este nuevo escenario no sea el mejor para nuestro país.
Por ejemplo, es evidente que lejos de una solución democrática, serían la evidencia del fracaso político personal y de partido de aquellos que representan la voluntad ciudadana, depositada recientemente en las urnas, para llegar a acuerdos tras conversaciones cargadas de recelo, orgullo personal y falsas acusaciones mutuas de incapacidad para acercar posiciones. Quizás sea ilustrativa y actual una frase de Churchill, señalando que uno de los principales problemas de la política es que «los hombres no quieren ser útiles sino importantes».
Por ejemplo, es sospechoso el argumento de que unos nuevos comicios puedan ser la mejor alternativa ante esta situación, quizás, porque cada uno de los partidos del escenario actual de la política española espera verse beneficiado con ellos. Tal vez, ni sean convenientes, ni recomendables económicamente dado su alto costo para la situación económica del país, ni aseguran que los resultados resuelvan o salgan 'mejor' según las expectativas debido a la fatiga o decepción de los electores ante este fracaso de la clase política. Una clase política que, además de respetar la voluntad ciudadana, debería rendir cuentas de su capacidad o incapacidad de logro de los objetivos de Estado encomendados, que no partidistas.
Si finalmente, unos y otros con parecido o distinto talante ideológico, no consiguen llegar a pactos para formar Gobierno, sería saludable en una democracia pedir responsabilidades y sustituirles al frente de sus partidos por otros que lideraran unas posibles nuevas elecciones generales, como savia nueva que pudiera mostrar mayor competencia en la consecución de los logros necesarios para el bienestar y progreso del país al que representan.
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