Secciones
Servicios
Destacamos
Una vez más la historia teje sus propias rimas. Las imágenes de los talibanes blandiendo sus armas victoriosos no son una novedad. Tampoco lo es que el primero en huir de Afganistán haya sido su propio presidente Ashraf Ghani, lo que demuestra su escasa honestidad ... y la endeblez de un régimen tutelado por ejércitos extranjeros, sobre todo el de EE UU. Su retirada ha demostrado que el nuevo estado afgano, construido tras la derrota de los talibanes en 2001, era un castillo de naipes. El desmoronamiento de esa ficción es lo que hemos visto con asombro.
Seguramente los norteamericanos tienen estos días igual sensación que los españoles en 1921 cuando Ab-del-Krim, tras reunir a todas las tribus rifeñas, provocó una humillante derrota de nuestro ejército en Marruecos. El Desastre de Annual convulsionó a toda la nación. Hoy todavía ignoramos lo que ocurrió, como tampoco EE UU y Europa comprenden las causas de esta desbandada. Si en 1921 las milicias rifeñas no podían creer la rapidez de su éxito, en 2021 los insurgentes talibanes deben estar asombrados de haberse apropiado de Afganistán sin resistencia. El miedo y la crueldad son grandes embajadores y más cuando se enfrentan a un ejército desmoralizado que no duda en desertar para salvarse.
Mientras las agencias de geoestrategas occidentales experimentaban con videojuegos para parvulitos, los talibanes tejían su red y sus engaños incluso en la guerra de la comunicación. Aparentan no ser los bárbaros de antaño pero dejan claro que impondrán la sharía, es decir, la ley islámica. Una dictadura religiosa, una forma de totalitarismo, que ignora la Carta Universal de los Derechos Humanos. Mientras China espera y Europa se divide, los afganos viven desesperados. Saben lo que va a pasar y ello les empuja a un éxodo forzado. Abandonar el país es el sueño más repetido bajo el cielo afgano. Las mujeres son las que más miedo albergan y no es de extrañar. El burka es de nuevo la prenda obligada y el silencio la nueva norma. No hablar, no estudiar, no escribir, no cantar, no reír, no vivir. Tampoco podrán amar, no podrán elegir. Pasarán a ser un objeto propiedad de un hombre al que habrán de servir hasta la humillación. Ese es el destino que les espera.
Cuenta Fátima Mernissi, en 'Sueños en el umbral', que las mujeres de Fez no podían salir solas a la calle y ello les hacía soñar que podían volar para burlar el encierro. Este cuento convenció a la protagonista de que las mujeres tenían alas invisibles y que a ella también le saldrían con el tiempo. El deseo de libertad es la principal aspiración del ser humano en este y en todos los tiempos. Ojalá las mujeres afganas tuvieran alas para huir de la inmensa prisión que se avecina. Ojalá, al volar, pudieran unir sus manos a las nuestras para conquistar la libertad de su pueblo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.