Poder decir «yo cambié las cosas»
El pensamiento circular ·
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El pensamiento circular ·
El 2019 ha sido un año en el que he mirado mucho a mi alrededor y de una forma más pausada y analítica de lo que lo había hecho nunca. Parte de la culpa la tiene la edad, seguro. Pero a ello ha contribuido también ... la serie 'Years and Years', una inquietantemente verosímil distopía sobre cómo viviremos en un aparentemente catastrófico futuro muy cercano. Da terror mirarse en ese espejo en el que la piel de la sociedad se vuelve cada día más fina: exigimos una corrección social exquisita mientras vemos vídeos a todo volumen en el tren, olvidamos dejar el sitio a una embarazada en el autobús o aparcamos en una plaza para discapacitados. Ha sido el año en el que el problema del cambio climático ha golpeado nuestras conciencias mientras compramos en Ámazon sin medida, vamos en coche sin necesitarlo y acudimos a los supermercados domingos y festivos. Echamos la culpa a los demás por habernos creído bulos increíbles. Vendimos nuestra alma a las redes sociales y los buscadores mientras nos echamos las manos a la cabeza si un periódico nos pide registrarnos para leer algunos artículos. Buscamos el todo gratis en los medios de comunicación mientras los criticamos por estar vendidos al poder, aun sabiendo que sin libertad económica no hay libertad de prensa. La tecnología ha invadido y deformado nuestra realidad de una forma perturbadora y una vida sin likes no parece vivida. Y pedimos a los niños que sean solidarios o cuiden el medio ambiente mientras les concedemos todos los caprichos, les damos el móvil para que no den guerra o dejamos que elijan qué les apetece comer.
La abuela de 'years and years' lo dijo claro: «Dejamos que pasara».
No tomar partido en algo es permitir que ocurra. No vale con quejarse en Twitter, hay que ser consecuente, salir a la calle y hacer algo al respecto en nuestro día a día. El cambio climático está también en las manos de cada individuo al igual que lo está su capacidad de levantar la cabeza y vivir la realidad sin pantallas, de abroncar a quien tira basura al suelo o a quien mantiene una conversación a voces en la sala de espera del médico. Estamos a tiempo de sentirnos orgullosos de haber sido quienes decidieron cambiar las cosas en lugar de adaptarse al cambio y de poder decirles a quienes vendrán: «Yo cambié las cosas».
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