Pocos motivos para celebrar
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El deterioro de la agricultura y la ganadería de la región es una constante de los últimos, que no pocos, añosHoy es día de misa y olla en La Rioja rural. Liturgia religiosa, almuerzo de fiesta y procesión, en el mejor de los casos, para honrar al patrón de agricultores y ganaderos. Porque para celebrar, en la acepción de manifestar alegría por algo, al campo ... riojano no le sobran los motivos.
El deterioro de la agricultura y la ganadería de la región es una constante de los últimos, que no pocos, años. La superficie de tierra cultivada evidencia una incuestionable regresión; la producción agrícola, en toneladas, pierde peso; los trabajadores del campo por cuenta ajena, jornaleros como lo fue san Isidro, cotizan cada año en menor número; y la aportación del sector primario al PIB regional se ha despeñado por debajo del 5% que exhibió hasta no hace demasiado. El agricultor busca refugio en el viñedo, donde aún se le garantiza una rentabilidad imposible en otros cultivos con precios en origen injustamente desproporcionados con los de los mercados, y es patente el abandono de producciones que disfrutaron de merecida fama.
El campo, envejece; la incorporación de jóvenes es tan compleja como lo es su acceso a la tierra y la PAC no termina de resolver a base de ayudas y pagos complementarios un panorama que sin ser nuevo sí ha conseguido, al menos, colarse entre las preocupaciones ciudadanas detrás del nuevo viejo fenómeno de la despoblación rural. Porque ni la despoblación del campo en general y del riojano en particular se trata de un fenómeno reciente -más bien al contrario, la pérdida de población ha sido una constante desde los 60 del siglo pasado- ni es una anormalidad que no se corresponda con el progresivo deterioro de la agricultura y la ganadería. Apenas hay motivos para celebrar. Y si los hay descansan en el orgullo, en la capacidad de sacrificio y de trabajo de las gentes del campo, de los agricultores y ganaderos que hoy dejarán de lado la labor para honrar a su patrón, porque tiempo tendrán para pedir milagros a Bruselas y a la clase política en general y respeto a tantos urbanitas que malentienden el campo como un parque temático sin comprender que el futuro del campo es también el futuro de una región y de un país como los nuestros.
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