«A los pobres siempre los tendréis»
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Esta afirmación no se la he oído a ninguno de los tres ganadores del último Premio Nobel de Economía, expertos en crisis financieras y americanos por cierto. Tampoco a los secretarios generales de UGT o de CCOO, que bastante tienen con reclamar que los obreros ... sobrevivan. Tal frase solamente la podía decir alguien que no solo gozara de una amplia visión de futuro, sino también del don de profecía, y profecía de la buena. Y este no ha sido otro que Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Dos mil años después, y a lo ancho y largo de este planeta, hay pobres en abundancia.
En mi calendario o dietario, o como se llame, hoy figura la Jornada de la Pobreza en el mundo. Me llama la atención que los 365 días del año son 'día de algo', a menudo de cosas pintorescas y aun absurdas. ¿Cómo definir la pobreza? En teoría no es difícil: aquella situación en la que no es posible satisfacer las necesidades físicas y sicológicas básicas de una persona, a saber: la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria, el agua potable o la electricidad.
Cuando nuestra rimbombante ministra de Hacienda y Función Pública salió hace unos días a los medios a decirnos sonriente y convencida que «vamos muy bien, que estamos marcando un paso que es modélico para toda Europa», me quedé boquiabierto y me pregunté: «Esta mujer, ¿realmente está convencida de lo que dice? Más aún, ¿habrá leído el informe de Cáritas Española en el que se da el dato estremecedor de que treinta de cada cien familias españolas las está pasando canutas por la luz, el gas, las dichosas y bienaventuradas hipotecas, la comida, la ropa de los niños? Esta mujer y otros miembros y miembras del gobierno ¿miden lo que hablan? ¿Qué pensarán en Finlandia o en Noruega o más cerca, en Alemania, cuando oyen tales pronósticos de nuestros dirigentes?». Pensarán que los gobernantes españoles son unos cínicos.
Yo me pregunto en una jornada como la de hoy: «Si en España, país más o menos adelantado, está pasando lo que está pasando, ¿cómo se las verán para llegar a fin de mes en Sudán, país en el que quien gana algo no llega a 200 euros al año, o en Madagascar –parecido– o en Níger?». Hambre, hambre y hambre.
No quiero apabullarles con este asunto de la pobreza, pero sería bueno y saludable que pensáramos que en el mundo 1.400 millones de personas sufren pobreza extrema y casi 900 millones sufren hambre, o no tienen acceso al agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación, pero sí alentarles a no dejar de echar una mano con lo poco que cada cual pueda.
Las comparaciones son siempre odiosas, sobre todo para el que queda mal en la comparación. Pero siempre será bueno tirar hacia arriba porque de lo que se trata es de ayudar a salir de la pobreza a muchas personas. Mal gobierno es aquel que busca igualar a todos, pero para abajo. Porque aunque sea verdad aquello de que todos somos iguales, no es menos verdad eso de que todos no somos iguales.
Nunca, y menos hoy, puede valer aquello de nuestro inmortal Calderón de la Barca que escribió: «Cuentan de un sabio, que un día tan pobre y mísero estaba, que sólo se sustentaba de unas hierbas que cogía. ¿Habrá otro, entre sí decía, más pobre y triste que yo?; y cuando el rostro volvió halló la respuesta, viendo que otro sabio iba cogiendo las hierbas que él arrojó». ¿Por qué no aprovechamos esta coyuntura difícil para comprometernos en algo que pueda ayudar a otros que están peor?
Muchos recuerdan hoy la Gran Depresión que vivió el mundo hace casi cien años con todo el planeta en estado de alarma y cómo se salió de ella a base de mirar los unos a los otros para ayudarlos a levantarse. La pobreza no se puede combatir con la sola asistencia social (prerrogativa del Estado). Será una mera anestesia que no desterrará el mal. La única solución es luchar a muerte por incentivar o facilitar la creación de empresas generen muchos puestos de trabajo dignos. Pase lo que pase esta es la única solución.
Dios creó al hombre para que trabajara y esta es y será la única baza que tiene para conseguir un futuro con dignidad.
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