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Planchar de madrugada
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Racionalizar el consumo eléctrico exige medidas de más calado que la nueva tarifa, cuyos efectos distorsiona la carestía de la luzLa nueva tarifa eléctrica vigente desde esta semana ha sembrado alarma y confusión entre los ciudadanos. Aunque el ahorro de energía figura entre sus principales objetivos, penaliza más el cuándo se utiliza que el cuánto al basarse en franjas horarias con sustanciales diferencias en el precio. El sistema endosa así a las familias la responsabilidad de reducir la concentración del consumo en determinados periodos y repartirlo de forma más equilibrada durante el día a fin de evitar cuantiosas inversiones en la red de distribución. Resulta deseable ese aplanamiento de la demanda cuando una parte apreciable de la oferta –como la producción eólica y solar por su propia naturaleza– solo está accesible en ciertos momentos. Pero es reprobable la puesta en marcha del modelo sin una adecuada pedagogía entre los usuarios. Y, además, sin tener en cuenta, además de nuevas realidades como el 'boom' del teletrabajo, las serias dificultades para trasladar hábitos domésticos por mucho que se penalicen algunos tramos. Salvo que el Gobierno pretenda que las familias –en especial, las de menos recursos– se dediquen a planchar o a hacer la colada de madrugada. Si de lo que se trata es de consumir menos y de forma más racional, sería más eficaz –aunque con un alto coste– la generalización de tecnología avanzada que permita el encendido y apagado automático de los electrodomésticos.
Aun cuando tenga una cierta lógica económica, la nueva tarifa nace envuelta en la polémica. Su implantación no habría sido tan ruidosa si no hubiera coincidido con una espectacular escalada del recibo de la luz –un 22% en lo que va de año–, que multiplica sus efectos más perversos. Ese brusco encarecimiento viene determinado por los altos precios de los derechos de emisión de CO2, que repercuten en la factura junto a peajes –reformados en este proceso–, recargos de diversa índole y múltiples impuestos que representan la mayor parte del coste final.
La disponibilidad de una conexión a la red a precios razonables forma parte del bienestar que tiene derecho a compartir toda la población. Los partidos en el Gobierno, que censuraron aumentos muy inferiores desde la oposición, acaban de aprobar medidas compensatorias que tardarán en notarse. Mientras, sigue pendiente su promesa de reformar el controvertido sistema de formación de precios. El sistema eléctrico necesita una reforma basada en la racionalidad y sin demagogias, no parches como el 'tarifazo'.
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