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Mi amigo Nemolato escribió sobre la pinta de los políticos en el debate sobre el estado de la nación (ya hay otros para analizar lo que no importa). Belarra dijo al periódico que «no se opina sobre el cuerpo de los demás y no se ... opina sobre la ropa de los demás». Sobre «la batita suelta» de Belarra, escribió «que lo mismo te sirve para freír unas sardinitas que bajar a por el pan». Belarra riñó, pero con coña: «Me encanta ese vestido y es de lo poco que aún me cabe». En eso coincido. Mi criterio para vestirme es que la ropa me venga. Pero, señora ministra, ¿de qué agenda 2030 se ha sacado eso de que no se puede opinar? Es como Roddenberry cuando quiso hacer un 'Star Trek' donde no había conflicto. ¿Qué clase de utopía loca es esa?, dijeron los guionistas. ¿Qué clase de marcianidad es la de Belarra?, decimos los columnistas. Faltones o no. Además, Nemo trata a hombres y mujeres por igual. De Errejón elogia lo bien planchado que va siempre.
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