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Están sobre la pista. Pero en la Ader aún no han logrado averiguar qué perversa conjunción de astros se ha producido para que no les salga una a derechas con el Plan de Emergencia 2021: gafado desde el principio. El 8 de febrero es un ... nonato. Mejor dicho: existe, pero no respira. Un quiero, pero no puedo: los del diálogo social, que se han puesto quisquillosos y reclaman mejoras para que el procedimiento sea «más eficiente». La excusa dura menos de 24 horas. ¿En qué cabeza cabe que los heridos que esperan un vehículo de rescate se nieguen a aceptar la unidad que llega en su auxilio porque necesita un manguerazo?
Nueve días después, en el paritorio del Consejo de Gobierno, el papá grita eufórico: «¡Ha sido un plan!» Y lo presenta públicamente orgulloso. Ha nacido hermoso, consensuado y, sobre todo, fuerte: «No dejará a nadie atrás» y, como está «totalmente automatizado», desde la solicitud de las ayudas hasta su abono, el proceso será «muy rápido».
Y llegan las 9 horas del lunes, 22. Se abre la convocatoria. No, espera, que no me deja completar el campo 'municipio'. A ver, prueba otra vez. Imposible. La web colapsa. Autónomos, pymes y asesores se enojan, se molestan. A las 13 horas, la Ader habla de no sé qué reliquia digital heredada de la abuela y de que, ¡joder!, ¡¿qué queréis, si entráis todos a tropel?! A las seis, normalidad. Y para las siete y media, mientras la Ader habla de «éxito» y de 4.000 peticiones tramitadas, el cabreo de autónomos, pymes y asesores ya ha alcanzado cotas cósmicas.
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