El ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, y el vicesecretario del Partido Popular (PP), Esteban González Pons Efe
Opinión

La señorita Vera

A la última ·

El maestro anterior, el señor Reynders, perdió un día la paciencia y terminó arrojándoles a la cabeza el frasco de Lady Grecian que acababa de comprar

Pío García

Logroño

Viernes, 28 de junio 2024, 00:28

Los niños malos, Estebitan y Felisín, se sientan frente a la señorita Vera. Ponen cara de no haber roto un plato en su vida, pero no engañan a nadie. Uno no puede fiarse de ellos; seguro que a los ocho años ya estaban viendo porno ... en el móvil y apostando por Ilya Topuria en los combates de la UFC. La señorita Vera, en el otro lado de la mesa, los mira entre fatigada y compasiva. Tiene un aire de maestra antigua. Se está reprimiendo las ganas de sacar la regla y pegarles bien fuerte a los dos en las yemas de los dedos, pero sabe que la nueva pedagogía prohíbe los castigos físicos y las frustraciones infantiles y se contenta con leerles otra vez la cartilla: «Estebitan, Felisín, lleváis cinco años sin hacer los deberes, si seguís así de vagos el día de mañana no seréis hombres de provecho sino ministros o proxenetas».

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Estebitan ya no sabe qué excusas poner. ¡Siete veces le ha comido el perro los deberes y otras cuatro se le ha muerto la abuela! El maestro anterior, el señor Reynders, perdió un día la paciencia y terminó arrojándoles a la cabeza el frasco de Lady Grecian que acababa de comprar. Esos dos gamberretes solo tenían que coger un folio y escribir cada uno el nombre de diez amiguitos. ¡No era tan difícil, demonios! La señorita Vera piensa que la educación en España está muy mal. ¡Menudo par de elementos le han mandado a Bruselas!

Este martes, sin embargo, han llegado los dos y, muy formalitos, han entregado por fin la lista con los diez amiguitos que quieren invitar al Consejo General del Poder Judicial, el chiquipark de moda en Madrid, con su enorme piscina de bolas. La señorita Vera sonríe y les da unos sugus de fresa. Luego, aliviada, los manda a hacer puñetas.

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