El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante el acto electoral en Galicia. EFE

En propia puerta

A la última ·

El tikitaka era entonces un capricho de brasileños, un adorno peligroso, una frivolidad castigada con broncas y collejas

Pío García

Logroño

Martes, 13 de febrero 2024, 00:21

Feijóo me produce cierta ternura porque me recuerda mucho a mí cuando me ponía de portero en los recreos. Era aquel un puesto ingrato, en el que uno bastante tenía con acabar ileso mientras los balonazos volaban por todos los lados. En esos confusos partidos, ... con el patio ocupado por niños de todos los cursos, el portero solía limitarse a hacer la estatua y a golpear la pelota con saña si por casualidad le caía muerta a los pies. El tikitaka era entonces un capricho de brasileños, un adorno peligroso, una frivolidad castigada con broncas y collejas.

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A Feijóo lo pusieron de portero los del PP cuando le creyeron un nuevo Don Sebastián, un caballero andante –legendario, artúrico– llegado de tierras brumosas para derrotar al gigante Sánchez, pero no lo veo en condiciones de jugar la Champions a corto plazo. Ya me dio esa impresión después de las elecciones autonómicas, cuando Feijóo se dedicó a hacer la estatua mientras sus propios delanteros le metían goles por la escuadra o, peor aún, se los colaban entre las piernas: que si Mazón, que si María Guardiola... Hubo momentos en los que parecía incluso ligeramente mareado y no me habría extrañado que hubiese convocado en ese momento un congreso extraordinario en Génova con un solo punto en el orden del día: «¡No vale taponazo!»

Lo de este fin de semana ha sido incluso peor. Un gol en propia puerta sin ninguna necesidad, un autosabotaje a lo Paco Buyo en Tenerife (los madridistas se acordarán). El PP debería ponerle a Feijóo un entrenador que le repita en bucle lo que Di Stéfano le gritaba a su portero: «No le pido que pare las que vayan dentro pero, por favor, no se meta las que vayan fuera».

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