Secciones
Servicios
Destacamos
Está Feijóo graciosete. Los asesores de imagen de Génova no solo se han preocupado de quitarle las gafas, sino que le han dado un bonito repertorio de chistes con el que alegrar las sesiones parlamentarias. De momento se ha atrevido a decir «doce meses, doce ... causas», los «ocho días de oro de la corrupción» y otros chispazos de ingenio, pero de seguir así me temo que acabe el año imitando a Chiquito y llamándole «'pecadorrrr'» a Sánchez. Yo rogaría a los fontaneros de Génova que no continúen por ese camino. Ya nos está costando bastante asumir un Feijóo sin gafas, con ese extraño aire de topillo que sale a tierra, como para encontrárnoslo de repente en el club de la comedia. Si no paramos a tiempo esta vertiginosa sucesión de metamorfosis, no descarto que antes de que termine la legislatura el líder del PP salga de bolos con Leticia Sabater cantando a dúo La Salchipapa por los pueblos de España.
Los sosos no deben contar chistes; eso es algo que se aprende en los colegios de Primaria, aunque haya gente que no se dé cuenta y luego vaya causando el terror en las cenas de empresa. Rajoy sí estaba dotado para las greguerías y dicen que Margaret Thatcher se partía de risa con las ocurrencias de Felipe, pero a ellos el humor les salía natural. Feijóo, en cambio, no deja de parecer un comercial de pompas fúnebres, con su carpetita, su amabilidad 'posmortem' y su catálogo de ataúdes, del mismo modo que Sánchez podría ganarse la vida vendiendo corbatas en la planta de caballeros de El Corte Inglés. Qué le vamos a hacer. Fabricar un Feijóo-graciosete es tan absurdo como inventarse un Sánchez-empático y mira que lo han intentado. Incluso el marketing político tiene sus límites.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.