Mars attacks

En los años setenta los periódicos titulaban a cinco columnas con avistamientos inquietantes y extrañas luces en el firmamento. En la televisión salía el doctor Jiménez del Oso, psiquiatra de voz queda y barbas proféticas, hablando de fenómenos paranormales con la autoridad incontestable de un contertulio de La Clave.

En mi colegio, un día de 1973, se coló un ovni por el ventanuco del cuarto de un seminarista, se le quedó mirando un rato y luego se fue. El suceso salió incluso en la prensa internacional. No es raro que yo me acojonara cuando iba solo con la bicicross. Estaba seguro de que en cualquier momento aterrizaría entre las viñas una nave espacial con dos o tres homúnculos verdes a bordo.

En aquella época nos estaban invadiendo los ummitas y había alienígenas entre nosotros fingiendo llevar vidas ordinarias. Hoy, sin embargo, nos tenemos que conformar con abrigar sospechas razonables sobre la verdadera procedencia de Madonna y Donald Trump e incurrimos en el exceso de llamar extraterrestre a Messi, que es un hombrecillo feo y con las patas cortas, pero de un decepcionante color carne. Menos mal que estos días han vuelto los de verdad, aunque ya no vengan en platillos volantes, sino en globos comprados en los chinos, que les saldrán, supongo, más baratos.