Los inmortales
A la última ·
El verdadero secreto de la longevidad lo tenían un funcionario aburrido con ganas de irse a casa o unos familiares que no registraban el óbito del abuelo para seguir cobrando la pensiónSecciones
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A la última ·
El verdadero secreto de la longevidad lo tenían un funcionario aburrido con ganas de irse a casa o unos familiares que no registraban el óbito del abuelo para seguir cobrando la pensiónLa estadística es una ciencia frágil porque no se asienta sobre números -bellos, fríos e inapelables-, sino sobre seres humanos, entes por lo general puñeteros y muy poco fiables. Compare usted al frutero de la esquina con el número pi, eternamente igual a sí mismo, ... de una coherencia pétrea y sin filiación política conocida.
Los premios IgNobel reconocen las investigaciones académicas más hilarantes, aunque alguna de ellas tiene más sustancia de lo que parece. En esta edición se entregó un galardón a Saul J. Newman, un profesor de la Universidad de Londres que ha descubierto que en esas regiones fabulosas llenas de individuos centenarios había más errores que viejos. Como nadie sabía a ciencia cierta cuándo había nacido la señora Woo, el registrador ponía una fecha al azar (por ejemplo, el 1 de enero de 1900) y de pronto se veía a la venerable ancianita cumpliendo 124 años con la piel inexplicablemente tersa y los ojillos acuosos. Eso les venía de perlas a los suplementos dominicales, que se han pasado años descubriéndonos prodigiosos superalimentos y esbozando edificantes teorías sobre el estilo de vida oriental.
Al final, ni bayas de goji ni feng-shui ni cuenquitos de arroz: el verdadero secreto de la longevidad lo tenían un funcionario aburrido con ganas de irse a casa o unos familiares que no registraban el óbito del abuelo para seguir cobrando la pensión. Algunos habitantes de Cerdeña o de Okinawa han alcanzado así la inmortalidad burocrática, que quizá no sea tan estimulante como la religiosa, pero que al menos es perfectamente compatible con una vida pecaminosa, más proclive al choricillo asado que a la ingesta melancólica de umeboshi.
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