Justo cuando Alvise empezaba la fiesta, va y lo pillan. Ya es mala suerte. Así no hay manera de salvar España ni de hacerse rico, objetivos ambos muy nobles y necesarios, aunque seguramente incompatibles con la Agenda 2030 y el calentamiento global. La gente se ... mete mucho con él, pero yo a los pícaros hispánicos tiendo a defenderlos porque atestiguan la pervivencia de una especie que se da, por lo menos, desde el siglo XVI. Tiene Alvise algo de lince ibérico, un animalito autóctono que lleva en la península desde Estrabón y que se resiste a desaparecer por muchas democracias que fundemos. Su capacidad adaptativa es asombrosa. ¡Qué buen documental hubiera hecho Félix Rodríguez de la Fuente con Alvise moviendo el hocico por Bruselas! Creo que incluso tiene las garras retráctiles.

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El siglo XXI nos ha traído la ventura de poder elegir pícaro según la bandera: los fanáticos de las tres rayas apuestan por Alvise, los locos de las nueve franjas se derriten por Puigdemont. Con Felipe II no había tantas posibilidades y uno se tenía que conformar con el Lazarillo de Tormes. Yo prefiero a Puigdemont por su deslumbrante sentido del espectáculo: de pronto aparece en Barcelona, dos horas más tarde vuelve a Waterloo, un martes queda en Suiza en plan novios con Santos Cerdán, un jueves manda a Miriam Nogueras a martirizar sádicamente a Patxi López... Alvise, por el contrario, es un tipo mustio y despechugado que se limita a cobrar millonadas en negro y a grabar vídeos chorras en tiktok, como cualquier estafador milenial. Este amateurismo resulta devastador y revela una dolorosa falla de nuestro sistema educativo. ¡Necesitamos una FP de salvapatrismo y mesiaje!

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