Urgente Un detenido en Haro por el presunto asesinato machista de su pareja, de 36 años

Cuando Ione Belarra subió al estrado y dijo que iba a pedirle un esfuerzo muy grande a Irene Montero, sentí una viva simpatía y conmiseración ... por la pobre Irene. Me dieron ganas de gritar: «¡Ione, tía, no te pases!» Por un momento pensé que iba a exigirle que cargara veinte sacos de arena en un remolque o que se labrara ella solita una finca de cien hectáreas. Luego caí en la cuenta de que podía estar hablando de esfuerzos morales, como reconocer humildemente los fallos de la ley del 'solo sí es sí'. Sin embargo, para sorpresa general, la realidad fue incluso peor: Ione le pidió –oh, cielos– que fuera la candidata de Podemos.

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Hay que frenar esta deriva sacrificial antes de que Irene vuelva a entregar su vida por nosotros. Los líderes de la superizquierda están dispuestos a aceptar la palma del martirio y debemos librarles de tanto sufrimiento. Lo mismo le pasó a Yolanda, que se tiró meses diciendo que a ella no le gustaba el protagonismo, que estaba en un proceso de escucha, que igual no tenía más remedio que asumir la vicepresidencia, que vaya faena le hizo Pablo al designarla sucesora a título de ministra. Más tarde, tras un batacazo electoral, dimitió de algo, aunque no se sabe exactamente de qué, y ahí sigue, metiendo horas en el despacho como si temiera que le entraran okupas.

Lástima de mujer, condenada contra su voluntad a una plúmbea vida de subsecretarios, coches oficiales y ujieres. No sabemos la suerte que tenemos con ellos. Me recuerdan aquel viejo chiste de Chummy Chúmez en el que un intelectual de barbitas revolucionarias observa a unos míseros campesinos y murmura: «A veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero 'El Capital'».

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