A los pies de los caballos
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O no me alcanza la memoria o nunca ha gestado el Parlamento de La Rioja un texto legislativo que haya generado tanta polémica, tanto ... encono, tanto enfrentamiento militante, tanto... tanto que el asunto derivó en un derrotero inimaginable que acabaría por hacer aterrizar esa ley, todavía casi un nasciturus jurisprudencial, en los predios del Tribunal Constitucional. Que no es lo malo en sí mismo. Que para eso está. Para determinar si su contenido se ajusta o no, se somete o no, respeta o no la Carta Magna, el tarro que alberga las esencias de la democracia española, del Estado de derecho y bienestar y de la convivencia ciudadana. Y animal. Lo singular del caso fue que quien reclamó semejante prueba del algodón, la madre de todas las pruebas, fue la misma persona que encabezaba y firmaba al pie la publicación de la cuestionada Ley 6/2018 de Protección de los Animales en los boletines oficiales en su condición de presidente del Gobierno autonómico. Es lo que tiene esa capacidad que hoy manifiestan algunos políticos para desdoblar su personalidad -trastorno de identidad disociativo, le dicen-. Ora escriben blanco con la pluma de tal cargo institucional, ora ponen negro con la estilográfica de cual grado orgánico de partido. Un desorden de personalidad múltiple, como se conocía este fenómeno entre la profesión médica, que les lleva a derrotar en incongruencias tales como la que nos ocupa: recurrir, pretender la inconstitucionalidad, la ilegalidad máxima de la misma ley que poco antes ha promulgado idéntico recurrente en nombre del Rey y rubricado con los máximos honores. En fin, que no anduvieron finos los asesores áulicos al tratar de hilvanar semejante discordancia en el mismo relato y la bravata -teatrillo electoral dijo ayer el portavoz parlamentario de los socialistas- dejó al entonces presidente Ceniceros a los pies de los caballos (por aquello de la ley de protección animal)... o de un fallo judicial que malamente se podía esperar de otro pelaje, como ha quedado demostrado con la sentencia del TC.
¿Y la ley? Bien, gracias. De momento, vigente para satisfacción de cuantos apoyaron la génesis de aquel texto riguroso como pocos y para alimentar el enfado de quienes entienden desproporcionada tan exigente minuciosidad.
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