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Jamás pensé que algún día empezaría esta columna confesándoles a ustedes que una película me ha cambiado la vida. Es más, cuando oigo a una persona decir algo semejante me parece una exageración. Pero tengo que reconocer que me acaba de ocurrir, les hablo de ' ... Yo, capitán' del italiano Matteo Garrone, que ha sido seleccionada por Italia para ser candidata a los Oscar. Aún no se ha estrenado en España y la vi por casualidad en el pueblo italiano que he visitado aprovechando las fiestas de San Mateo. Fue algo casual porque ni a mi marido ni a mí se nos hubiera ocurrido meternos en un cine si no es porque en esta ciudad se cierran los bares a las 8 de la noche y se nos antojó algo pronto para recogernos. La primera sorpresa fue el estado de conservación de la sala, que con toda seguridad presentaba el mismo aspecto que el día de su inauguración, incluso los baños aún tenían letrinas, algo que me transportó precisamente a la primera película importante que vi en un cine bastante parecido. Me refiero a la legendaria 'Los diez mandamientos' que me fascinó y que despertó en mí el deseo de escribir historias, porque siempre he intuido que el primer peldaño de una película es un guionista golpeando teclas en un rincón de su habitación.
A pesar de las diferencias en el tiempo y en el género, las dos películas tienen en común la travesía por el desierto. Si recuerdan, en la primera un pueblo entero parte al exilio huyendo de la esclavitud y les explico que en esta última son personas de muy diversas procedencias que abandonan sus países con la esperanza de encontrar un futuro mejor y pasan todo tipo de calamidades, incluida la de quedarse en el camino.
Aunque yo siempre he estado sensibilizada con el drama de las migraciones, después de compartir dos horas con estos héroes anónimos me he puesto en sus pieles. Desde que he visto este film veo con otros ojos a las personas que me cruzo a diario por las calles de Logroño, pienso en lo que habrán dejado atrás para venir hasta aquí a cortar uvas en una viña o a barrer nuestras calles. Y además me hace recordar que yo también me fui de mi tierra (salvando las distancias y los sufrimientos). Así que pienso en sus madres, sus padres, sus hermanos, sus paisajes, sus profesores...
Y les cuento todo esto porque es noticia que la primera ministra italiana Giorgia Meloni tomará nuevas medidas contra la migración. Según el nuevo decreto, los migrantes irregulares podrían ser retenidos por un período de hasta 18 meses en centros de recepción antes de ser repatriados. Además, el decreto prevé la creación de más centros de expulsión en todo el país.
Estas medidas contradicen las propias declaraciones de la política de extrema derecha en las que reconoce que Europa necesita la mano de obra de los migrantes.
Hasta el Papa de Roma clama por el padecimiento de estas personas que huyen de la miseria de países que son pobres precisamente porque han sido esquilmados durante siglos e incluso ahora sus recursos naturales siguen enriqueciendo a las grandes multinacionales.
Así que, dicho sea de paso, se me ocurre que en estos tiempos el código de Moisés se queda corto y debería incluir un onceavo mandamiento, el de la empatía.
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