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Hace un par de años compartí con ustedes la alegría que me produjeron los estupendos resultados en la prueba de la EBAU de mi sobrina Elvira. Su padre atribuyó el mérito a una silla «mágica» en la que estuvo sentada todo el curso. Elvira estudia ... Derecho en la Universidad de Córdoba y ha colocado en una pared de su habitación aquella columna que yo escribí, como dijo Goytisolo, pensando en ella.
También hoy quiero mostrarles mi entusiasmo porque mi sobrino Gael, que cursa Bachillerato en un IES público, finalmente va a superar las dificultades del inicio de curso y podrá seguir con sus planes de futuro. Por supuesto el mérito es suyo y de su silla «mágica». Pero imagino que estarán de acuerdo conmigo en que en el recorrido académico de un alumno o alumna hay muchos factores determinantes. Por supuesto, es fundamental el papel de los padres, mi hermana y mi cuñado se desvelan por sus dos hijos y activan todos los protocolos si detectan alguna alarma. Luego está el profesorado que debe hacer su trabajo con eficacia y rigor. Y por último estamos la familia cercana que con nuestro cariño, e incluso con nuestras batallitas, tenemos nuestro efecto también .
Como les decía, mi hermana se preocupó porque el primer trimestre de su hijo había ido regular. Así que con el objetivo de hacerle comprender al chiquillo lo importante que es esforzarse se me ocurrió que viniera los martes a comer a casa. La idea era que en el almuerzo habláramos de la vida en general y de algunas asignaturas en particular. Gael se resistió, aduciendo que tenía deberes, pero yo soy su tía más insistente y argumenté que por probar no perdía nada. Así que desde hace unos meses los martes mezclamos la paella con Shakespeare y los macarrones con Cristóbal Colón. Ni que decir tiene que cada semana, mi marido y yo, esperábamos con impaciencia nuestra cita y que ha sido muy enriquecedor compartir con Gael su pasión por el atletismo o su deseo de ser bombero. Algunas veces incluso nos sorprendió con noticias interesantes que buscaba en el móvil y que nosotros desconociamos.
Precisamente uno de esos días coincidió que el jueves siguiente había convocada una manifestación en contra del cheque al Bachillerato del gobierno riojano a la enseñanza concertada. Gael quiso saber qué pensábamos nosotros de esta noticia. Tuvimos un pequeño debate y al final los tres concluímos en que era positivo que exista esta opción en los centros concertados, pero que el Bachillerato ya es gratuito en la enseñanza pública por que no es necesario subvencionarlo. Gael nos relató entonces el mal estado de las instalaciones en algunos centros públicos y se quejó de la falta de programas y actividades imaginativas que estimule y motiven a los chicos y chicas de su edad. Es decir, que ese dinero se invierta en innovación educativa
Estoy convencida que si Gael sigue esforzándose pronto colocará esta columna encima de su mesa cuando esté en la Universidad. Lo cierto es yo la escribo pensando en él y en toda esa juventud que, dicho sea de paso, necesita unos servicios públicos de calidad para cumplir sus sueños.
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