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Cada verano les relato algún episodio de Baza, mi pueblo. Aprovecho las vacaciones para dar una vuelta y tomar un café en el Bar Royal, del que mi padre era asiduo. En cuanto me apontoco en la barra se me acerca alguien a saludarme. Esta ... vez fue un vecino de mi edad al que hacía siglos que no veía y que en los últimos 30 años ha trabajado en una fábrica de la provincia de Almería. Me explicó que ahora estaba fastidiado de la espalda y los bronquios, que como no podía con su alma la empresa se portó bien y lo despidió para que cobrara el paro, que se le acabó y que ahora se apañaba con la paguita de 400 euros y con lo que ganaba su mujer cuidando ancianos. Me soltó todo esto del tirón mientras yo evocaba los rizos de pelo negro que le tapaban la frente cuando hicimos la primera comunión.
Cuando me preguntó si conocía la empresa afirmé con la cabeza e incluso le referí un reportaje emitido, recientemente, en televisión española sobre una indemnización millonaria a trabajadores afectados por silicosis, incluso sugerí que igual era su caso. Alzando, un poco, la voz me dijo que él no estaba enfermo y me reprochó que no recordara lo que era vivir en el pueblo, defendió al empresario porque daba de comer a miles de familias, que sabía de buena tinta que esta persona se arruinó un par de veces y que siempre apostaba por su tierra.
En ese momento me di cuenta de que en el establecimiento los parroquianos estaban en silencio y de que mi antiguo amigo era portavoz del pensamiento mayoritario. Continuó argumentando que yo criticaba sin saber, que todo el mundo no tiene la suerte de ir a la Universidad, que su familia emigraba a Francia desde que él tenía 10 años. Acabó aduciendo que si no fuera por este emprendedor no tendría ni la pequeña paga. Le aclaré que el subsidio lo abona el Estado, argumentó que era parado de larga duración y que hay que estar contratado con anterioridad. Entendí su vehemencia cuando me reveló que sus dos hijos trabajaban allí actualmente y me di cuenta de que con el pan de sus nietos no se juega. La situación fue algo tensa y me apresuré a cambiar de tema, así que le pregunté por su madre, le volvió la sonrisa a la cara y comentó que salía poco de casa porque sufría de las piernas pero que se había comprado un carrito con asiento y estaba encantada.
Salí del Bar Royal algo avergonzada por haber olvidado lo que es la precariedad. Pensé en que mis padres se dejaron explotar para que mis hermanos y yo tuviéramos una vida mejor. Así que comprendo y respeto a mi vecino y sus hijos.
Pero lo que no es tan respetable es que este empresario haya sido nombrado hijo predilecto de Andalucía por el presidente Moreno Bonilla o condecorado con la medalla al trabajo por Felipe VI. Estas distinciones se le han concedido cuando ya estaba demostrado que ocultó los efectos nocivos para la salud del producto que fabrica.
Así que considero que las autoridades competentes deberían despojarle de esos méritos porque, dicho sea de paso, es una desconsideración para las casi 2000 personas diagnosticadas de silicosis.
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