Seguramente este verano pasará a mi pequeña historia familiar por el del candelabro. El motivo es, por extraño que parezca, que al abrir un armario me ha caído en la cabeza un candelabro de bronce que heredé de mi suegra. Así que en el momento ... que escribo estas líneas tengo cinco grapas en el cráneo. Pero dicen que no hay bien que por mal no venga y gracias a este incidente tengo una historia interesante que contar.

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Desde esta columna, en más de una ocasión, he relatado mi queja cuando en la Seguridad Social me han dado cita para el médico de cabecera en los cuatro o cinco días siguientes. Pero también me parece necesario y responsable hacer lo propio cuando te atienden bien, incluso mejor de lo esperado. Así que sin más rodeos les cuento lo sucedido. Lo primero que hice cuando tuve el accidente de marras fue decidir si acudía a urgencias del hospital o al centro de salud. Para ello le pregunté a mi hermana Trini, que vive habitualmente en Baza, y aconsejó que para evitar saturar el servicio mejor el centro de salud. Así lo hicimos y en 5 minutos estaba atendida y curada por dos enfermeras y una médica. Al terminar me emplazaron para las próximas 48 horas para ver la evolución de la herida. Ahí vino la primera sorpresa. A pesar de estar en verano me cogieron el teléfono a la primera, me explicaron amablemente qué pasos debía seguir para ser paciente desplazada y todo fue fácil y rápido. Pero me quedo corta. La enfermera que me tocó me pareció de una profesionalidad y simpatía extraordinaria. Todo el tiempo se dirigía a mí por mi nombre, se ofreció para tomarle la tensión a mi marido, porque lo notaba algo nervioso, y mientras le apretaba las gomas en el brazo nos comentó que le encantaba su profesión y especialmente tratar con las personas, que en el centro de salud estaba de modo provisional porque su dedicación principal era la de enfermera escolar. Quisimos saber en qué consistía ese trabajo y nos aclaró que desde la pandemia existía este servicio en Andalucía, que se encargaba de 30 centros de la comarca con los cometidos de educación para la alimentación, educación sexual, violencia de género y otros asuntos similares. Así que, con los tiempos que corren, fue inevitable que nos interesáramos por la influencia del signo político en estos temas. Ella reconoció que había tenido alguna que otra recomendación para que no fuera muy explícita en sexualidad pero que los contenidos que ella impartía a adolescentes no es algo que se pueda cuestionar ni interpretar según la tendencia ideológica del momento. Porque es simplemente un mandato de la Constitución española y de la defensa de los derechos humanos como la igualdad o el derecho a la diversidad.

Mi marido y yo salimos de la consulta convencidos de que la profesionalidad y la calidad técnica de esta persona no es una excepción, que afortunadamente hay suficiente personal sanitario con las ideas claras sobre la importancia de su trabajo en la sociedad.

Eso sí, y dicho sea de paso, me parece un poco triste que para darme cuenta de que la sanidad pública de este país es un lujo me haya tenido que caer un candelabro en la cabeza.

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