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Al igual que sus vecinas, mi madre no pisó una consulta de ginecología y trajo al mundo a sus cinco hijos en su domicilio. Se da la circunstancia de que, años después, falleció en ese mismo dormitorio en que nacimos mis hermanos y yo. Precisamente ... la vecina que le puso la mortaja fue la que le había sacado a mi hermana Trini del vientre mientras llegaba la comadrona. Eran otros tiempos, en concreto 1972, y unido a la naturalidad con la que se vivían los embarazos y partos estaba también la precariedad de la sanidad pública, ya que el hospital más cercano se hallaba a cien kilómetros de distancia.
Ese verano en que ella dio a luz a su tercera hija fue muy caluroso y coincidió con el día de su santo, así que acompañé a mi abuela a una tienda de regalos y ninguna de las dos dudamos cuando descubrimos, en el escaparate, un precioso abanico. A mi madre le hizo mucha ilusión, tanta que apenas lo usó por miedo a que se rompiera. Estuvo en un cajón hasta el día en que se desmontó la casa y lo encontré casi intacto. Les pedí permiso a mis hermanos para quedármelo y yo también, por temor a estropearlo, lo tengo guardado en mi mesita de noche. Cuando buscando algo me lo topo y lo abro. Ese abanico tiene el poder de trasladarme a aquel cuarto y veo a mi madre aseándose con dificultad en una palangana con agua, y se me vuelve a clavar en el pensamiento aquella mirada suya de resignación, como una especie de aviso del futuro que me esperaba como mujer y sobre todo por pertenecer a una clase humilde.
Por suerte, este país prosperó lo suficiente como para que mis hermanas y yo disfrutáramos de una atención ginecológica de calidad. Personalmente, tanto en Andalucía como en La Rioja he recibido el mejor de los tratos no solo para el control de mis dos embarazos, sino también para la vigilancia y prevención de enfermedades. Pero, lamentablemente, hace ya mucho tiempo que en la Seguridad Social las mujeres no tenemos derecho a revisiones ginecológicas. Te lo explica el médico de familia; a no ser que haya un problema no te dan cita y si te la dan hay que esperar bastantes meses. Por este motivo la mayoría de las mujeres que conozco van a una clínica privada. Precisamente mi hermana Trini me comenta, a veces, que debemos acostumbrarnos a pagar como en el dentista porque por encima de todo está la tranquilidad de que te descarte algo grave. Comprendo lo que dice Trini, coincido con ella en que la salud es lo más importante. Y estaría de acuerdo con ella si no fuera por dos motivos. El primero, que no todas las mujeres pueden permitirse una consulta privada; y el segundo, que ya pagamos impuestos para este derecho.
Y les comento esto último porque he leído que en 2023, el Gobierno comprometió 28.000 millones de euros en nuevos programas de armamento. Personalmente prefiero que el dinero de mis impuestos no se dedique al gasto militar.
Por lo que a mí respecta el feminismo verdadero es el que invierte en la salud de las mujeres, Un feminismo que cuando se acabe este mes no se meta en un cajón. Como, y dicho sea de paso, ese precioso abanico de mi madre, que no le sirvió para nada.
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