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En una de sus certeras viñetas, El Roto dibujó un payaso bajo un texto definitorio de la política española: «el circo se muere, imposible competir con el espectáculo político». Lo tomo prestado mientras pido disculpas a malabaristas, acróbatas, trapecistas, payasos y equilibristas a los que ... admiro desde niña. Así que, señoras y señores, esta semana hubo circo en el Congreso. La función lleva tantos meses en cartel que los ciudadanos desconectan, bastante tienen con sobreponerse a la incertidumbre. A VOX, promotor del último espectáculo, le ocurre que de tanto repetir exabruptos, su discurso suena hosco pero hueco y de tanto exagerar, hasta lo que pudiera ser cierto resulta increíble.
VOX añoraba actuar en un circo de tres pistas con efectos especiales pero todo se ha quedado en un petardo de feria, de esos que lanzan los niños. Abascal ha ocupado la pista iluminada de rencor que surge tras el humo de las mentiras, sus palabras evocan un tiempo que España dejó atrás con la constitución de 1978, huelen al alcanfor de ropero viejo. Casado, si hacemos caso a Abascal, ocupa la pista destinada a cobardes y traidores, el mismo espacio en el que hace tiempo fueron compañeros. Sánchez, en palabras de Abascal, ocupa el podio de los gobiernos criminales, la encarnación de todos los males de una historia de España que él solito se ha inventado. Para Abascal tan legítima es una dictadura como una democracia. Al afirmar que es el peor en 80 años pone al mismo nivel a un gobierno obtenido tras una sublevación militar que originó una guerra civil y a un gobierno elegido por el voto libre de todos los españoles. Añoranzas de dictadura es lo que esconde esa afirmación y eso es inaceptable para un demócrata de corazón, sea cual sea su adscripción política.
Es sabido que cuanto más se desacredita la política y más desprestigiados están los políticos, más cala la idea de que se necesitan redentores. Ese es el caldo de cultivo del autoritarismo. Abascal cree ser el salvador que está por venir y como único programa alternativo de gobierno, exclamó: ¡Viva España y viva el Rey! Sentí que tanto España como el Rey temblaron temiendo el futuro que se les avecina si Abascal es la alternativa. Dibujar una España en la no cabemos todos, en la que la intolerancia sustituye al respeto a las ideas ajenas, es un juego demasiado peligroso. Estamos en el peor momento para jugar a odiarnos, hay que hacer oídos sordos a la provocación. Costó mucho lograr una España democrática integrada en la Unión Europea como para liquidarla. El zafio oportunismo de Abascal en lo peor de la pandemia no exime al resto de sus obligaciones. Ya vale de bromas. Abandonen ya la crispación y no olviden que estamos hartos de aguantar sus miserias y de rogarles unidad para protegernos del virus y de sus consecuencias.
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