Muchos obispos y curas dedican sus vidas a los más pobres. L.R.

A pesar de los pesares

IGLESIA ·

«Romper con la Iglesia porque algunos de sus miembros –yo entre ellos– tienen defectos no es de gente lista ni consecuente»

Domingo, 19 de septiembre 2021, 02:00

Esta expresión tan clásica, referida a la fe en la Iglesia, a la confianza en la Iglesia, la escuché allá por los años sesenta a un buen cura, culto y sencillo, elevado a los altares en octubre del 2002, el fundador del Opus Dei, san ... Josemaría Escrivá. Al parecer, cuando recitaba el Credo y afirmaba su fe en la Iglesia, añadía lo de «a pesar de los pesares». Le preguntaban a qué se refería, e invariablemente contestaba: «A pesar de tus pecados y de los míos». Hoy hago mía esa apreciación porque yo también soy un pecador. El que diga que no lo es que tire la primera piedra. ¿Recuerdan?

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Yo he sido un seguidor, un fan más bien, de las tertulias de fútbol, tal que Teledeporte o El Chiringuito. La verdad es que los/as periodistas que en ellas participan, por muy periodistas que sean y por más que representen de algún modo a diarios deportivos o a emisoras de radio, lo fetén es que se quedan en simples forofos que hablan todos a la vez, vocean a más no poder, y no hay quien los entienda. Nos vuelven locos con tanta verborrea.

Pero no es de fútbol de lo que quiero escribir hoy, sino de las tertulias de televisión en las que sale a relucir una realidad que yo amo con todas mis fuerzas que se llama Iglesia católica. Hoy se lleva mucho esto de las tertulias, tertulias de lo que sea. De cocina, de Afganistán, de cine, de teatro, de educación, de la familia, del aborto, del precio de la electricidad, y un infinito etcétera. Y de todas estas cosas, y otras muchas, hablan los contertulios cuyo mérito mayor para hacerlo casi siempre es su juventud, su ideología o porque son divertidos, graciosillos, aunque no tengan ni idea de lo que hablan.

Y así, cuando sale a relucir aunque sea de refilón la Iglesia católica, todos entran al trapo, todos opinan, a la par que dejan muy claro que las cosas de la Iglesia no van con ellos: se autodefinen ateos, agnósticos o pasan de todo. Los católicos que se aguanten, vienen a decir, que para eso gozamos –gozan ellos solos– de libertad de expresión.

Un par de ejemplillos. En el mundo mundial hay 5.300 obispos. De ellos, más de 5.000 están por ahí, por esos mundos de Dios, poniendo todos los medios para elevar la calidad de las personas, de las familias, ofreciéndoles el apoyo de la fe, del amor de Dios y del prójimo, codo a codo con sus curas. La mayoría, en países del tercer mundo rematadamente pobre.

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Claro que los obispos tienen defectos. Claro que deben dar un plus de ejemplaridad, y claro que todos lo intentan. Y también es claro y evidente que de Pascuas a Ramos sale uno como el de Solsona, que tanto juego está dando a algunos medios españoles de comunicación de cobertura nacional, que una vez más han enchufado el ventilador para que la mierda salpique cuanto más lejos mejor. ¿Por qué razón en esas tertulias no se informa –informar es informar– de lo que realmente hacen de bueno los demás, que es mucho?

Es cierto que el mal da mucho más juego que el bien, pero no hasta los extremos que estamos viendo, realmente masoquistas o surrealistas.

Y ya para terminar, el segundo ejemplillo. ¡Vaya la que se ha armado con la entrevista de COPE al Papa Francisco! Las personas inteligentes, y que saben, son conscientes de que Francisco, al igual que sus 265 predecesores, está cumpliendo muy bien su papel de «confirmar en la fe» a los más de mil trescientos millones de católicos que hoy están repartidos por el mundo. En lo que hace a la fe, al Credo, a los sacramentos, a la eucaristía, a los mandamientos el Papa es roca, firme, sin titubeos. ¿Que tiene opiniones personales sobre muchos asuntos? Claro que sí. Y esas opiniones se compartirán, o no. Y no pasa nada. Al buen entendedor pocas palabras bastan.

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Romper con la Iglesia porque algunos de sus miembros –yo entre ellos– tienen defectos, no es de gente lista ni consecuente. Al final de mi vida, a mí nadie me va a pedir responsabilidades por lo que ha hecho este Papa, este obispo o este cura. Me pedirán responsabilidades por lo que he hecho yo, y nadie más que yo.

Menos mal que al final me juzgará un Dios, justo Juez, que es la Verdad misma y la misericordia entrañable. Ese es mi consuelo.

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