Personajes

Además del personaje fantasma, los guionistas y escritores también usan el recurso del tipo que no hace nada, el que aparece y no habla, imprescindible e inútil como parte del decorado. Los parroquianos del bar de Moe, en Los Simpson, o Gunther, el camarero de Friends, son ejemplos de que la ficción, como la vida, necesita de personas que estén y no participen. Esta semana hemos conocido a Shoji Morimoto, un japonés que se gana la vida sin hacer nada. Se alquila a otras personas sin un fin ni una labor concreta «y le sobra el trabajo», titulaba hace días este periódico. La noticia terminaba con el testimonio del nipón: «No hacer nada no significa que una persona no sea necesaria», aseguraba.

En España tenemos una categoría nueva, la del personaje intermitente que surge o desaparece según la dirección del viento. Hay uno muy destacado en la Moncloa: ¿Vacunas?, sale y pisa el escenario. ¿Tercera ola?, de regreso al camerino. En este país insólito que tenemos, toda esta tropa prolifera porque es su ecosistema perfecto, aquí damos sustento y trabajo a gente que no hace nada. En La Rioja habitan muchos y están ya bien colocados, han progresado en la vida, incluso los hemos importado de otras regiones. Además hay que observarlos sin recelos, porque como decía Rousseau, «cuán poderoso, cuán fuerte se es cuando nada se espera de los hombres»; aunque es bueno recordar los billetes que nos cuestan.