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Hay dos cosas que no termino de descifrar según viajamos hacia la fase II. Una es lo de los perros. Ni imagino dónde se ha podido meter esa miríada de canes cuyas pupilas perrunas me perseguían durante unos milisegundos a cada hora de cada día ... cuando circulaba ida y vuelta al trabajo. Llegué a soñar en una invasión de extraterrestres caniformes cuadrúpedos digitígrados. Avanzar a la fase I y desvanecerse tal exceso fue todo una. Volvió la vieja la normalidad. Perros tirando de su dueña. Perros atados a la puerta del súper. Perros olisqueando dónde mear. Pero nada que ver con lo del tiempo cuando un chucho era un pasaporte al callejeo. Lo otro que no me alcanza es lo de mi respetado Luis Cacho y su implacable obsesión con la concertada. A lo Henar Moreno, que la traía de serie. Como la procacidad: «No se olvide de quién le ha puesto ahí». Un ejercicio de memoria que el consejero se encarga de avivar con keroseno y cerillas. La anormal normalidad.

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larioja Los perros y la concertada