El perestroiko
A la última ·
Mientras que para nosotros Gorbachov era un héroe, para los que vivían los cambios en carne propia era una desgracia; la cruel disyuntiva entre la democracia y tener algo que llevarse a la bocaA la última ·
Mientras que para nosotros Gorbachov era un héroe, para los que vivían los cambios en carne propia era una desgracia; la cruel disyuntiva entre la democracia y tener algo que llevarse a la bocaUna tiene edad suficiente como para haber pasado miedo ante la posibilidad de una guerra nuclear. También para recordar la forma en la que, gracias a Gorbachov, las nubes tóxicas se disiparon tras la retirada de los de misiles de medio alcance. Después cayó el ... muro, se desmembró la URSS y McDonald's abrió un establecimiento en Moscú: la comida basura, símbolo de la libertad. Y siguió siéndolo, puesto que Gorbachov acabaría anunciando Pizza Hut. Era un personaje tan popular que me extraña que Ozores, siempre al quite, no rodara algo llamado 'El perestroiko' con Pajares y Esteso. Sería porque ya había dirigido, a principios de los 60, 'La hora incógnita', una notable película sobre la amenaza nuclear que fue un fracaso de taquilla.
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Mientras que para nosotros Gorbachov era un héroe, para los que vivían los cambios en carne propia era una desgracia; la cruel disyuntiva entre la democracia y tener algo que llevarse a la boca. Natalia, maestra de infantil, y Maya, profesora de conservatorio, me dicen que, hartas de malvivir cobrando sus sueldos (cuando los cobraban) en trigo o en vodka, decidieron dejar Kiev y Moscú, respectivamente, y buscarse la vida en España. Aquel era el mayor desastre que ambas habían sufrido. Hasta que Natalia ha visto cómo Rusia invadía su país.
También lo ha visto la cocinera ucraniana del chiringuito. Más tarde, cuando se acerca a saludarnos, nos cuenta que sus padres siguen en Ucrania y que su marido ha vuelto para luchar. «No quiero seguir hablando», dice con ojos llorosos. La historia no siempre camina hacia delante: hay regresiones más grandes que toda la estepa siberiana. Nunca pensé que se pudiera desandar lo andado. Ni que volviera a resultar imposible comerse un Big Mac en Moscú.
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