Me perdí la fiesta del patrón
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«Nunca he sido forofo de san Francisco de Sales pero sí un enamorado de la verdad como él lo fue»Fue el pasado lunes. Por primera vez en más de cincuenta años no he tenido más remedio que declinar la invitación que la Asociación de la Prensa de La Rioja me hizo para unirme a los periodistas en la celebración del Santo. Sobre todo en ... la misa tradicional que siempre ha tenido lugar en la iglesia cercana de san Bartolomé. La verdad es –y yo siempre lo he entendido– que la asistencia de colegas a la misma era más bien simbólica.
Este año ya no me he sentido con fuerzas. Aunque yo no me considero lo que se dice un fan –fan viene de fanático– de san Francisco de Sales, sí soy un admirador de su vida y de sus obras. Y también he sentido no acompañar a los periodistas riojanos en este día porque me honro con la amistad y el aprecio de muchos, con los que he trabajado y compartido momentos muy buenos y no tan buenos, en el plano profesional y en el familiar y personal.
El obispo de Ginebra es patrono de los periodistas porque escribió mucho y escribió bien, habló mucho y habló bien. Escribió muchas hojas volanderas que hizo buzonear, que decimos ahora, y que hizo llegar a todo tipo de público desde el más noble al más plebeyo.
Acabo de decir que nunca he sido forofo del santo pero sí un enamorado de la verdad como él lo fue. Por ese empeño por la verdad se las tuvo tiesas con los calvinistas que se habían adueñado de buena parte de Suiza y más en concreto de Ginebra, ciudad para la que fue nombrado obispo y de la que nunca pudo tomar posesión por la violencia con la que lo recibieron los seguidores de Calvino.
Francisco de Sales gozó de una gran habilidad para la comunicación. Habilidad que él se curró con su trabajo –sacó sus estudios de filosofía, teología, derecho y arte con gran brillantez– y sobre todo con su carácter que consiguió moldear con el tiempo y esfuerzo. De tener un genio sencillamente insoportable llegó a ser un tipo acogedor hasta el punto de que otro fenómeno de su tiempo, un tal Vicente de Paúl, llegó a decir de nuestro patrono lo siguiente, y tomen nota de ello: «¡Qué bueno tiene que ser Dios viendo lo bueno que es Francisco, el obispo de Ginebra!».
¿Qué nos puede decir hoy Francisco de Sales a los que hemos hecho de la profesión periodística no solo un medio de vida sino una verdadera pasión? Yo, desde mi alegre soledad y mi experiencia de cura periodista, me limitaría a recomendar modestamente una sola cosa: valentía para ir al encuentro de las personas reales no imaginarias y para ir al encuentro de las noticias reales y no imaginarias. Controlar y dominar la tentación de falsear las cosas para ir a favor de la corriente, de lo que ya llamamos lo políticamente correcto, lo que a todos gusta oír. Hace ya muchos años que se dejó de patear la calle, y por eso podemos correr el riesgo de vivir entelequias y ofrecer quimeras a los lectores y a los oyentes. Cada vez damos más información ya confeccionada, cocinada en los despachos y alejada de la calle. Es necesario no perder el contacto con las personas y con la vida de las personas y así entraremos en contacto con las circunstancias sociales más graves.
No es ningún secreto para nadie cómo las noticias y las imágenes son fáciles de manipular, por muchos motivos, a menudo por un simple quedar bien. No se trata de demonizar ningún medio de comunicación, sí de exigir una mayor capacidad de discernimiento y un sentido de responsabilidad más maduro. En una palabra, todos los comunicadores somos responsables de las informaciones que damos y todos estamos llamados a ser testigos de la verdad. Nunca, repito, nunca podemos perder de vista que solo la verdad nos hará libres.
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