Secciones
Servicios
Destacamos
Ayer era mi cumpleaños. Fue un buen cumpleaños: mi gente me dio besos, estuve haciendo cosas productivas, no trabajé, un buen porrón de amigos, conocidos y compañeros se tomaron la molestia de felicitarme. Guay. Hasta soplé una tarta de cumpleaños con velitas con ... numeritos, mientras me cantaban. Qué más puede uno desear.
Bueno, hubo un problema. Primero un amigo, luego mi madre, me hicieron caer en la cuenta: yo pensaba que estaba cumpliendo un año de más. Hasta en la tarta que soplé había puesto un número de más.
Y lo que es peor: llevo todo el año adjudicándome también a mí mismo ese año de sobra. Sí, cada vez que alguien me preguntaba por mi edad, yo respondía bien tranquilo «46». Y 'solo' tengo (tenía, hasta ayer) 45.
He perdido la cuenta, en fin. Y no entiendo muy bien por qué: o tengo tantos años que ya me cuesta sumarlos (triste, por muy de letras que uno se crea) o me da miedo tenerlos, y de tanto pensar en ello ya me adjudico los que aún no me han caído.
No sé. Dicen que la vida es eso que nos va pasando mientras esperamos a que nos pase algo, pero últimamente me veo, como mucha gente a mi alrededor, más bien corriendo que esperando. O igual llevo toda la vida corriendo pero solo ahora, con mis 46 (ó 47, o lo que sea) empiezo a notar el peso de la carrera.
Al menos, ya tengo la foto de mi cumpleaños del 2020. Estoy pensando que igual el año que viene cumplo el 46, y puestos a desandar tiempo, igual aprovecho para dejar de correr algo y empezar a mirar más. No importa el número de la tarta, importa con quiénes soplas las velas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.