Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando aún andábamos desescalando malamente y la nueva normalidad resultó ser la antesala de la segunda ola, los agoreros no dimos un duro por la presencialidad en las aulas. Aquella obsesión por volver a pisar los patios con el inicio de curso sonaba a condena. ... Una vía de urgencia en vista de lo empedrado que había resultado la enseñanza a distancia y con el problema de la conciliación sin visos de una salida decente. Si la concentración de gente era el caldo de cultivo idóneo para la propagación, juntar a tantos chavales no se antojaba la mejor fórmula para que el virus no campara a sus anchas. Más aún cuando la situación desveló que no todos los centros son iguales y la falta de espacio e infraestructuras ha sido un mal arrastrado que se ha vadeado mientras la distancia de seguridad ni siquiera estaba en la agenda. El mínimo número de contagios en el ámbito escolar, la mayoría de ellos además provocados fuera de las clases, es una de las mejores noticias en un escenario dominado por el pesimismo y la incertidumbre. Los planes de contingencia, las medidas articuladas por colegios e institutos y el estoicismo con que alumnos y profesorado soportan las ventanas abiertas en los días más fríos para ventilar se han demostrado útiles. Su aplicación, sin embargo, no sería tan efectiva sin la dosis de cumplimiento de las normas por quienes pensábamos que menos las acatarían. Ver a los chavales como tienen interiorizado la mascarilla y el hidrogel o renuncian a abrazarse son un ejemplo para los que andamos renegando de la falta de responsabilidad de los demás.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.