Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, difícilmente podía haber elegido un momento más delicado para su visita oficial a Taiwán, sin precedentes en 25 años. La tercera autoridad de EE UU ha desoído las amenazas de China y trasladado el ... compromiso «inalterable» de su país con la democracia a Tsai Ing-wen, la presidenta de la isla autogobernada, que el régimen de Pekín considera parte de su territorio. Lo ha hecho, además, en medio de una 'guerra fría' entre las dos superpotencias de una intensidad desconocida en décadas y aun a costa de tensionar hasta el límite las relaciones entre ellas. La actitud de Pelosi combina arrojo, arrogancia y una cierta temeridad. En las actuales circunstancias es cuestionable la oportunidad de un viaje que ha suscitado nulo entusiasmo en la Casa Blanca y enfurecido a China –un aliado clave de Putin–, que ha respondido con el anuncio de maniobras militares en la zona y la llamada a consultas del embajador norteamericano para advertirle de que EE UU «está jugando con fuego». La diplomacia no puede estar reñida con la valentía en la defensa de los valores democráticos, pero debe evitar la agitación de polvorines.
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