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Quizá publicamos demasiadas fotos de aplausos. Quizá, pensando demasiado en la deseable discreción de lo que ocurre en un hospital, nos dejaron ver poco de lo que en realidad allí pasaba. Igual vimos pocas fotos de entierros en solitario, y menos de personas en la ... UCI luchando por no ahogarse.
No sé. Veo las imágenes de las zonas de ocio por la noche, oigo lo que cuentan los polis («en cuanto nos acercamos se ponen la mascarilla, pero nos estamos yendo y ya se la están quitando») y me da por pensar que esos tontochorras que creen que con ellos no va la vaina es que en realidad no saben de qué vaina estamos hablando.
Son los mismos que dicen, en cuanto algo se sale de lo que se ve en Instagram, que les parece «estar viviendo una película». Porque nadie les ha contado que la realidad es así. Y eso, de normal, sólo crea individuos inmaduros que tiran poco de responsabilidad. Pero como no estamos «de normal», sino en medio de una pandemia, resulta que todo pinta a que se nos va a volver a ir de madre en cuatro días.
No sé, igual debíamos hacer anuncios como aquellos de los accidentes de tráfico, pero con imágenes reales. Que la solidaridad está muy bien, pero ahora mismo nos conviene un poco de miedo. Que cuenten lo que es estar días con miedo a quedarse ahí porque los pulmones se te cierran. Que cuenten cómo se quedan después los enfermos. Que alguien les explique que tienen que dejar de salir de fiesta, que ya lo harán otro día, que no es el momento. Que esto no es una puta película.
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