Borrar

PECADOS DE LIBRO

Chucherías y quincalla ·

Teri Sáenz

Logroño

Domingo, 17 de noviembre 2019, 10:34

C onfieso que he pecado. Aunque en mi descargo debo alegar que tenía prisa y hacía frío. La cría necesitaba ese cuento para ayer y cuando levanté la persiana calibrando cuánto costaría llegarme hasta alguna librería en el centro de la ciudad todo se conjuró ... para convertirme en peor persona. Apenas quedaba una hora para que las tiendas cerrasen. Fuera jarreaba y todos los coches del mundo enfilaban la misma carretera que yo debería tomar para alcanzar mi meta. Como esos fumadores conscientes de que deben abandonar su pésimo hábito pero siempre encuentran un resquicio mentiroso para autojustificarse, compré la idea de que, en el improbable supuesto de que llegara antes de encontrarme con la verja bajada, el libro estaría agotado. La infancia de todo el planeta tenía que leerse el mismo título la misma semana, con lo cual ya habría desaparecido de las estanterías de la librería. De todas las estanterías de todas las librerías. Sumando a tantos falaces inconvenientes el coste del parking, la pereza de volver a vestirme y el tiempo que me robaría de absurdas ocupaciones domésticas, encendí el ordenador. Lo pedí a través de una de esas plataformas que al día siguiente te traen el pedido a la puerta de casa y consumé el delito. En cuanto abrí aquel impoluto paquete asumí mi condena, aunque antes de ser fusilado por la mala conciencia acudí a una librería de verdad. Física y con olor a tinta. Me situé frente al mostrador, el vendedor me preguntó qué quería.Como no iba a entender que lo que buscaba de verdad era reconciliarme con él, conmigo mismo y con el comercio local, forcé mi mejor cara de inocente. Sólo quería la absolución. Comprarle una novela. Cogí una al azar. Era de Dostoyevski. El título, 'Crimen y Castigo'.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

larioja PECADOS DE LIBRO