El Día de la Fiesta Nacional fue conmemorado ayer con el realce institucional y la sobriedad que merece. El 12 de octubre recuerda la llegada de Cristóbal Colón a la isla de Guanahaní, un hito de enorme trascendencia para la España que empezaba a serlo ... y para la historia del mundo. Fecha en la que creyentes y aragoneses celebran la Virgen del Pilar, pero que muchos españoles disfrutan indiferentes a la significación que le conceden otros. Los sentimientos de pertenencia no pueden situarse por encima de la participación cívica en la construcción voluntaria de un país solidario e integrador. El pasado tampoco puede lastrar la tarea que hoy tenemos encomendada los ciudadanos de España que es la de asegurar la concordia y el bienestar entre los presentes y labrar la prosperidad para quienes están por venir. El tiempo pretérito puede bosquejar los rasgos de una patria.

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Pero ni debemos sentirnos satisfechos por todo lo que hicieron nuestros antepasados, ni podemos volvernos deudores de aquello que con los ojos de hoy juzguemos deplorable. La España cuya existencia se festejó ayer no descansa en añoranzas imperiales, ni en el relato de los vencedores ni en la narración compensatoria de los vencidos. Mucho menos en la utilización partidaria de versiones sesgadas de lo que ocurrió hace 500, 180 u 85 años. En medio de la diatriba entre quienes se reivindican herederos de los conquistadores y quienes creen redimirse para siempre pidiendo perdón por las ofensas en que pudieron incurrir ancestros sin identificar o el reino como su valedor, hay una España que late con fuerza y lo hace al día. Existe la posibilidad de dejar la historia en manos de los historiadores, con la expresa renuncia de los políticos a hacerse valer de argumentos sobre el pasado que no se atienen al rigor requerido. Existe la posibilidad de entender que no cabe una memoria parcial, ni una memoria correctora de otra, ni siquiera una memoria pactada políticamente como si pudiera transaccionarse lo ocurrido. Ayer celebramos la fiesta de una patria que quiere ponerse y vivir al día, mirando más al futuro que al pasado. De una patria diversa que compagina el 12 de octubre con todas las celebraciones autonómicas, de naturaleza en algunos casos controvertida. Fue también la fiesta de la hispanidad, pero no como un todo identitario sino como la oportunidad que tantos países tienen de establecer lazos de cooperación bilaterales o multilaterales sin que la España de hoy se empeñe en situarse en el centro a cuenta del pasado.

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