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La decisión de la Comisión de Educación del Congreso a favor del dictamen de la ponencia de la ley Celaá, por la que el castellano dejaría de ser lengua vehicular en la enseñanza obligatoria en todo el país, es un insulto a la inteligencia. O ... a lo que queda de ella. El PSOE ha puesto de saldo su dignidad y por el puñadito de votos que se allega con Rufián traga una tropelía indecente. Otra. La patada en el trasero al idioma de Berceo es obscena. Nada la justifica: el catalán, el vasco o el gallego gozan hoy de una magnífica salud. No como el castellano en Cataluña, donde sufre de maltrato estructural. Tanto que allí ya no es, de facto, en los coles idioma vehicular. El trágala de la ley Celaá resuelve a favor de parte semejante error. Con España ensimismada con el bicho, los positivos y los muertos de cada día, el debate político de la que será la octava ley de Educación desde 1970 evoluciona por la senda del despropósito. Por lo del castellano y por bastante más. Menos mal que dicen en el PSOE que la ley Celaá es progresista. Yo no lo creo. Tendría que hacérmelo mirar.
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