Hace una semana leí en este periódico un titular que me llamó la atención por varios motivos. La frase, «Usted es de los que nos daría el paseíllo como en el 36», era un exabrupto lanzado en el parlamentico riojano por Raquel Romero, señoría diputada ... de Unidas Podemos y consejera de Participación, Cooperación y Derechos Humanos del Gobierno de La Rioja, refiriéndose al señorío diputado de Ciudadanos Pablo Baena.
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Mi primera extrañeza fue gramatical, pues dicha frase contiene una discordancia de número, al aplicar a un sujeto en plural un verbo en singular: «de los que nos darían», no «daría», es la construcción correcta. Además, incurre en un error semántico al utilizar indebidamente la palabra «paseíllo», que significa «desfile de las cuadrillas por el ruedo antes de comenzar la corrida (de toros)», cuando querría decir «paseo», macabro eufemismo de los crímenes que se perpetraban en la retaguardia de la última guerra civil española, sacando de su casa por la fuerza a víctimas como José Calvo Sotelo, o de la cárcel donde los metían sin garantías procesales, como Federico García Lorca o Pedro Muñoz Seca, para asesinarlos a sangre fría en una cuneta, un paredón o una fosa común. En 1936 hubo miles de civiles «paseados» por militares o milicianos de ambos bandos.
Pero lo más llamativo de la desafortunada intervención de la señora Romero no es su doble mal empleo de la lengua (la española y la suya) ni su fallo de memoria histórica, sino que la acusación de asesino potencial lanzada por esta lumbrera de la oratoria parlamentaria contra un compañero de escaño no solo quede impune, sino que se niegue a retirarla cuando le insta el árbitro de la gallera, y que el asunto se zanje eliminándola del diario de sesiones. O sea, aquí nadie ha dicho nada y que siga el espectáculo hasta que las cuadrillas políticas hagan el paseíllo de salida del hemiciclo comentando el puyazo que una siniestra de apellido taurino le ha clavado a un diestro de la oposición en el encontronazo.
Resulta enfermiza la obsesión por la guerra civil de esta generación de politiquillos de presunta izquierda que nacieron medio siglo después de la tragedia y ya culminado el proceso de reconciliación y transición de una dictadura a una democracia plena que consagró la Constitución de 1978. Esa que el partido de esta Pasionaria de pacotilla quiere cargarse, porque se sienten más a gusto chapoteando en el barrizal ensangrentado del guerracivilismo, hablando de sacas, paseos y demás horrores de un pasado superado por todos menos por ellos, que ocupándose de mejorar el presente de las personas y el futuro de sus hijos y nietos. Hago votos porque en las próximas elecciones, y si es antes mejor, los mandemos a paseo.
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