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Durante unos cuantos años conviví con una pasarela delante de mi casa. Yo vivía por aquellos años en Lope Toledo, y enfrente nos montaron aquel puente peatonal para pasar a Cascajos. Provisional era, pero acabó estando allí un buen montón de tiempo. Aunque al menos ... consolaba algo a los vecinos el hecho de que se la supiera con fecha de caducidad a la espera del soterramiento que, esa vez sí, estaba en marcha.
Porque una pasarela es el reconocimiento de un error de planeamiento. De un error grosero, además, que sitúa un buen núcleo de población al otro lado de una infraestructura insalvable a pie. Y es una mala solución, sobre todo si no está planificada con tiempo: porque acaba requiriendo cuestas enormes, y someter al peatón a unas molestias bastante considerables en tiempo y esfuerzo que se repiten una y otra vez, día tras día, mientras el tráfico rodado se mantiene como rey indiscutible, intocado e inimputable.
Por eso no me gusta la idea de que para solucionar los evidentes problemas de cosido entre Los Lirios y el resto de la ciudad la idea sea otra pasarela. Porque no se planificó en su momento (un puente como el de La Cava, por ejemplo es otra cosa) y porque supone de facto otra rendición. Otro supeditar totalmente el trazado de la ciudad a las necesidades de los coches, otro mandar a los peatones a hacer circunvoluciones casi terráqueas para llegar a un lugar a cien metros más allá.
Yo preferiría, sinceramente, urbanizar de otra manera la superficie, como si fuera lo que es: parte de la ciudad, y no una autopista. Pacificar el tráfico, ralentizar a los coches, pensar en los peatones. No rendirnos.
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