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Somos animales adictos a la esperanza. Podemos vivir sin casi cualquier otra cosa, pero perecemos si nos falla eso de pensar que algo mejor nos aguarda delante. Sí, nos gusta ir por ahí diciendo que todo tiempo pasado fue mejor, pero eso es casi un ... deporte mental, como el que nos hace a los señores pensar que todos los jóvenes son un poco tontos. Dos mentiras muy gordas, a nada que rasquemos.
Pero esta semana dos noticias nos han recordado que todo esto pasará. Una, el adiós a Trump. Que alguien así hubiera repetido en un gobierno, aunque fuera el de la junta de distrito del barrio de Yagüe, sería una horrible noticia. Y dos, lo de la vacuna. No sé si será la de Pfizer, la rusa o la de Oxford, pero habrá una vacuna. Y la pandemia pasará, o se aliviará, o aprenderemos a vivir con ella. Y tiraremos palante.
Lo cual me recuerda que, ya puestos, a lo mejor este 2020 de mierda nos sirve para aprender algo. Hay algunas lecciones que ya van quedando claras, al menos para mí. Una, que si seguimos jugando a cargarnos el planeta, éste nos responderá. Y él es más fuerte. Otra, que si uno quiere presumir de «mejor sanidad del mundo», mejor pone pasta en ella. Otra, que aun siendo eso verdad, mejor nos dejamos de integrismos: que Los Manzanos estuviera ahí nos salvó una parte de culo en la primera ola. Y otra, en fin, que los políticos de soluciones fáciles son una peste y solo empeoran los problemas de verdad, que no suelen coincidir con los que ellos se inventan.
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