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Sin previo aviso, nos ha invadido la nueva realidad provocada por una crisis mundial de la que todavía desconocemos su alcance. El universo de las pandemias que devastaron la humanidad parecía un escenario arcaico en un mundo aseptizado y digital que se creía invulnerable, hasta ... que el Covid-19 ha cambiado brutalmente la seguridad por inquietud, arrodillando en semanas a unas instituciones y sistema de vida que parecían inquebrantables. El mundo se ha detenido, la libertad individual se ha puesto entre paréntesis ante la salud común y el miedo al contagio. Abruptamente hemos despertado en una realidad distinta utilizando nuevos objetos, construyendo nuevos conocimientos, nuevas prácticas personales y laborales o rituales de distanciamiento social para hacer frente a un enemigo invisible, de garras asesinas, que pone a prueba el temple personal y la fortaleza de las instituciones de gobierno, sanitarias, económicas, educativas y productivas.
De repente todo es distinto. Cambia la gestión del tiempo personal y colectivo, las calles enmudecen; cambian las prioridades y surgen preguntas trascendentales: ¿hay que priorizar la economía (como ha hecho el modelo británico a costa del sacrificio de parte de la población), o la salud?; emergen necesidades nuevas; el sistema sanitario público cruje pero resiste y el mundo financiero es el primero en hundirse demostrando que la circulación de dinero depende de la confianza en la salud; quedan descalificadas las prácticas políticas que recortaban gastos en Salud y Educación ante el valor de los recursos públicos para afrontar la grave situación. Cambia la geopolítica mundial y Europa desvela una evidente falta de solidaridad.
Mientras apretamos los dientes intentado vislumbrar una salida con miles de enfermos y fallecidos, resistencias heroicas de profesionales sanitarios, del transporte, orden, productores y comerciantes de productos básicos, etc., lo importante es aprender de nuestra vulnerabilidad, carencias, egoísmos o insolidaridad y prepararnos para el después evitando repetir errores. La tragedia pasará, pero dejará un escenario devastado por la crisis humana, económica, social y el estrés del sistema político; solo un Estado fuerte puede hacerle frente, apoyado por el esfuerzo mutuo y la solidaridad internacional.
Necesitaremos invertir más en investigación previendo nuevos retos; necesitaremos reforzar valores como la solidaridad y empatía; necesitaremos reconstruir la economía en un tándem entre el Estado y el sector privado. Necesitaremos líderes responsables en una Europa solidaria que reconstruyan un modelo que ha mostrado su vulnerabilidad, evitando el miedo y el caos en los que los dictadores prosperan.
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