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El médico de cabecera ha sido siempre una figura aliada, sanadora e incluso confidente personal y familiar. Aparte de su profesionalidad y conocimiento holístico de la salud, era una figura de confianza a la que acudir o recibir en aquellas 'visitas de médico' que realizaban, ... a veces en casa, a veces en consultorio, para ir viendo la marcha de un paciente, pero siempre conociendo su 'vida y milagros' e interpretando los síntomas no aisladamente, sino en la trayectoria vital de los que acudían a ellos.
Pero las cosas cambian con el tiempo, y solo faltó la pandemia para poner de relieve que el sistema de salud del que disfrutamos en España acumulaba desequilibrios y recortes, especialmente en la Atención Primaria. Mientras que en el entorno hospitalario parece que se ha tomado conciencia de revertirlos (aunque lentamente), la situación de la medicina familiar, ariete de la atención sanitaria, es preocupante.
Ir al médico de familia pasa hoy por una crisis de confianza y de recursos que sufren los profesionales y de la que se quejan los pacientes. La atención telefónica, la precarización de los puestos de trabajo y medios, jornadas inacabables y la, a veces instrumentalización y exigencia del paciente que ve al médico de cabecera como el mediador para llegar al especialista en el que deposita la confianza última o conseguir la receta de la medicación que éste prescribe, están conduciendo a una situación de descontento por parte de estos pacientes y por parte de los profesionales de la medicina familiar.
Algo debe pasar porque, en el estado actual de precariedad de empleo, las oposiciones oficiales a Médicos de Familia de Atención Primaria de 2022 se han resuelto con numerosas vacantes; por ejemplo, en más de un 30% de las plazas ofertadas en esta especialidad en La Rioja, pero también, con cifras variables, en otras comunidades autónomas. Esto indica que el puesto, aunque garantiza el empleo, es poco atractivo para estos profesionales de la salud, base del sistema sanitario porque resuelven gran número de situaciones y descargan la tarea de especialistas y hospitales.
Sin duda, un signo de atención para que la Medicina de Familia de Atención Primaria, con los recursos necesarios, tenga la figura y reputación de siempre, la confianza del sistema y de la población hacia su importante labor de salud global. Y para que la sociedad, recupere la figura profesional a quien preguntar: «¿Qué me pasa doctor?».
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