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Me refiero al partido político que despegó en 2005, deslumbró subiendo a velocidad estratosférica y tras varios cambios de rumbo culmina su autodestructiva trayectoria desintegrándose sin cumplir los dieciséis.
Ciutadans surgió en Cataluña como plataforma de hartos del nazionalismo intolerante, excluyente y enemigo de un ... Estado español del que emanan sus instituciones. La aparición de Cs en el firmamento político catalán fue una luz de esperanza para la mitad de no independentistas, y su ascenso fue meteórico: 3 escaños y 89.000 votos en 2006, 9 (275.000) en 2012, 25 (734.000) en 2015 y 36 (1.109.000) en 2017, ya los más votados, aunque sin posibilidades de gobernar frente a las tribus indepes, unidas por la obsesión patológica de lograr la imposible conversión de una comunidad autónoma del reino de España en una república independiente aceptada por la Unión Europea. Continuando por ese camino, quizá Cs hubiese conseguido aglutinar a los catalanes que conservan el seny y gobernar ocupándose de los problemas reales de la gente.
En lugar de eso, Albert Rivera se fue a Madrid a ver si desbancaba a un Partido Popular cayendo en picado, podrido por casos de corrupción tan torpemente gestionados por su cúpula como hábilmente manejados por la propaganda de un PSOE, igual o más corrupto que ellos (pero menos que CiU y sus actuales detritus del pujolismo), aunque más listo y más maligno. Más tarde, la heroína de la resistencia al procés, Inés Arrimadas, abandonó a sus mártires en el circo de las fieras del Parlament y se largó con su jefe a preparar el asalto al liderazgo de la oposición.
La fuga de decepcionados del PP fue engordando a Cs, que en abril de 2019 obtuvo 57 escaños, a 9 del ansiado 'sorpasso'. Era el momento de coaligarse con el PSOE en un gobierno de centro izquierda razonable, pero la recíproca repulsa estúpida de ambos machos alfa obligó a repetir en noviembre, con resultado de Cs hundido hasta 10 escaños, un PP recuperado y Sánchez aceptando la invasión del podemosarcoma en su gobierno con tal de seguir presidiéndolo, a sabiendas del pésimo pronóstico (se ha librado del tumor principal, pero quedan las metástasis). En Cataluña, en fin, Cs tiene 6 escaños y los catalanes no tocados por la demencia independista se han resignado a que sea lo que Puigdemont quiera.
El penúltimo chispazo de Cs antes del apagón ha sido el burdo intento de asaltar las fortalezas peperas como ariete de un PSOE que siempre prefiere el golpe parlamentario a las urnas. Pero el ariete ya estaba para pocas y ha saltado por los aires. En medio de la peor crisis socioeconómica desde la guerra del 36, nuestra clase política está demostrando que solo le interesa el poder, al precio que sea y liquidando al enemigo. Que no adversario.
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