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C ontra el pánico no hay vacuna y cuando el pavor te invade, hasta la claridad parece niebla. No hablo del coronavirus, que el susto ya está en el cuerpo. Y es que el miedo es la verdadera pandemia en la salud y en la ... política. La crisis del PP en Euskadi ha sido sonada pero esperada. No hay que alegar sorpresa. Alfonso Alonso, díscolo a la dirección de Pablo Casado, ha sido relevado. Descabezado, anunció que deja la política sin saber qué hará a partir de ahora, un problema común a muchos expolíticos. Tras el relevo del cabeza visible vendrán las purgas, tampoco es nuevo. Muy pocos dirigentes superan la tentación de rodearse de fieles y sumisos antes que de personas con criterio y liderazgo social. Esto, como suele decirse, es más viejo que la pana aunque nos hayamos acostumbrado a ello como si fuera una vulgar gripe que ya no nos perturba aunque mate a 6.000 españoles al año.
Así que cuando el PP entró en pánico eligió a Casado y ahora Casado tiene un plan: unir a las tres derechas en una sola, como Dios manda y Aznar añora. En una España que tanto ha cambiado intenta volver al pasado. Por eso Alonso ha sido sustituido por Iturgaiz. Es el retorno al discurso anti ETA cuando ETA ya no existe porque entre todos la derrotamos. Iturgaiz encaja en la estrategia de Casado, veremos si él encaja en las aspiraciones de los ciudadanos vascos. Dicen que es para ajustar el mensaje al pacto con Ciudadanos y hacer guiños a Vox, algo que en sí mismo demuestra que el pasado no existe y no va a regresar. Caminamos hacia lo que seremos, no hacia lo que fuimos. Veremos cuales son los resultados de esta política del retrovisor y de estas proclamas incendiarias con las que se ha estrenado el candidato Iturgaiz. Aunque si este espectáculo es un síntoma de cómo la brújula de la derecha española da vueltas sobre sí misma, más asombrosa resulta la posición del partido que fue de Albert Rivera y que, todo indica, será heredado en forma y maneras por Inés Arrimadas.
Desde su presencia en la plaza de Colón de la mano del PP y de Vox, Ciudadanos se definió en la derecha. Rivera descubrió que el centro, un lugar fácil de encontrar en geometría, era imposible de concretar políticamente en su discurso. El éxito inicial que obtuvo su estrategia fue dilapidado de forma incomprensible, dejando a Ciudadanos en el esqueleto parlamentario. Arrimadas, carente de propuestas, está actuando con una soberbia que sorprende por la debilidad que refleja. Rivera desapareció como va a desaparecer su partido diluido como un azucarillo en el PP. Suplicar un pacto como cada día implora Arrimadas para sobrevivir es la antesala de la claudicación. El PP tiene un lío que aterra a sus líderes territoriales temiendo el contagio, pero Ciudadanos ansía una vacuna que nadie logra cuando entra el pánico.
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