Es de todos conocido el nombre de Peter Pan —el personaje creado por James Matthew Barrie para la obra de teatro 'Peter Pan y Wendy' estrenada en 1904, en Londres—. En la novela, Peter tiene una personalidad inmadura, egocéntrica y egoísta. Vive haciendo lo que ... le da la gana y manifiesta miedo a hacerse adulto y a habitar en un mundo lleno de límites y responsabilidades. Es «el niño que no quería crecer», o el «arquetipo de la infancia sin fin».
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Como habrás sospechado, querido lector, esto viene al caso de lo que constantemente estamos viviendo y padeciendo. Cual Peter Pan que se niega a crecer a cada momento escuchamos crónicas encontradas. Así, frente a la situación estremecedora de las UCI saturadas, de los quirófanos ocupados con camas de urgencia, de los profesionales de la sanidad extenuados, aparecen escenas de macrofiestas sin ningún tipo de responsabilidad desafiando la salud propia y la de sus entornos.
Junto a las colas de la pobreza de personas que antes nunca imaginaron esta realidad, y a la desesperación de los propietarios de negocios que tienen que cerrar, encontramos convocatorias a elecciones, o también negacionistas que si se enferman van inmediatamente a ser atendidos por la sanidad que detractan, y gente más lista que ninguna saltándose las normas y los turnos de vacunación.
Este panorama está incompleto, hay que sazonarlo con las escenas cotidianas. Hablo de la pésima o ninguna educación que muestran muchos de nuestros representantes políticos. Enarbolando su bandera, de niños o niñas que no quieren crecer, insultan a sus compañeros, se saltan las reglas y viven cómodamente de las arcas públicas olvidando el significado de su trabajo, y el sentido de palabras como respeto, bien común, democracia, o responsabilidad —por citar solo algunas—.
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Opuesto a este teatrillo encontramos jóvenes con personalidad madura, con mirada de horizonte solidario y de futuro, como la estudiante de 17 años Marta Borrell. Su interés por internacionalizar la educación la llevó hasta Mozambique, donde rodó un documental explicando las dificultades de estudiar allí, y las terribles situaciones a las que se enfrentan las jóvenes para hacerlo. El impacto que le produjeron estas vivencias, y el sentimiento de que «una educación de calidad debería ser algo al alcance de todos» la llevaron hasta la ONU para explicar el problema de la educación en el mundo. Tristemente, sin ir tan lejos, encontrándonos supuestamente en un país privilegiado y con educación, seguimos comprobando que los planes de estudios no dan la verdadera educación, que los 'Peter Pan' existen fuera de pantalla, y que esta pandemia de batas blancas y esperanzas blancas tiene un contrapunto muy negro. Y sin embargo, cumplir con nuestras responsabilidades, ser mayores no está reñido con tener ilusiones, con tener alma de niño, corazón sin fin.
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