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Una ola de enfado contra lo establecido, expresado en un voto ultraconservador, recorre Europa. Eso han demostrado las elecciones presidenciales francesas. El descontento social es como los ríos torrenciales que cuando se desbordan buscan la salida por donde pueden. Así que muchos franceses han votado ... desde las vísceras sin saber qué van a encontrar tras esas músicas que suenan bien como refugio de su indignación pero que si se concretaran no serían tan hermosas. La mayoría de enfadados, trabajadores manuales y rentas más bajas ha optado por la ultraderechista Le Pen. Es un dato demoledor que refleja la desafección con los partidos tradicionales que se han desplomado en la primera vuelta. Desde 2008, han sido las clases populares las más afectadas por las sucesivas crisis cuyas recetas económicas han precarizado empleos y futuros y alimentado la brecha de la desigualdad.
Es de sobra conocido y la historia nos enseña que estos descontentos son terreno abonado para poner en cuestión el sistema, buscan liderazgos fuertes, fomentan el nacionalismo y creen que un poco de autoritarismo no viene mal para encauzar los 'excesos' de libertad. Sobre ese pensamiento y el antieuropeísmo, Marine Le Pen se ha consolidado como alternativa. Harían mal los partidos españoles tradicionales, que han sostenido la democracia desde 1978, no sacando conclusiones nacionales sobre lo ocurrido en Francia.
No lo harán porque somos muy de escarmentar en cabeza propia. Los partidos que se autoproclamaron el aire fresco de nuestra democracia han sido devorados por sus propios fundadores. Albert Rivera y Pablo Iglesias creyeron que la política era un juego y hoy Ciudadanos y Podemos caminan cuesta abajo y sin frenos. De sus cenizas se alimenta Vox que, con un mensaje antiguo en tiempos de incertidumbre, quiere hacernos creer que cualquier tiempo pasado, incluso el de la dictadura, era mejor que el presente.
Si PSOE y PP –ninguno llega al 30% de los votos– quieren volver a ganar afectos tienen que dejar el parvulario y tratarnos como adultos. Para proteger la democracia deben frenar la desafección con ejemplaridad y solvencia. No nos engañan cuando pretenden tapar las vergüenzas propias exhibiendo las ajenas. El 'y tú más' es agotador y la desvergüenza demoledora. Lo que está mal, siempre estará mal lo haga quien lo haga. Por ejemplo, en esta tierra, en La Rioja, hay una señora consejera del Gobierno y diputada que ha sido expulsada de Podemos y sigue con el escaño entre sus manos administrándolo como un tesoro en beneficio propio. Una tránsfuga es una tránsfuga y no deja de serlo porque dé estabilidad a un gobierno. Esta deshonestidad enfada. No cesarla tendrá consecuencias pues su presencia oculta cualquier acierto del Gobierno. Es pan para hoy y hambre para mañana.
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