La cumbre de la OTAN en Madrid ha desembocado en un éxito organizativo cuyo artífice final ha sido el Gobierno de Pedro Sánchez después de que el encabezado por Mariano Rajoy atara en su día la celebración del cónclave atlántico. Los elogios cosechados por la ... gestión española de una cita que ha acabado resultando tristemente histórica por la nueva amenaza que la Rusia de Putin tiende sobre las democracias occidentales han de ser interpretados como un patrimonio compartido del país bajo las disputas ideológicas. La cumbre ha escenificado, por sí misma, hasta qué punto existen políticas de Estado que trascienden legislaturas; una expresión que ha empleado el propio presidente Sánchez para reclamar un consenso parlamentario que avale tanto el refuerzo de las tropas de EE UU en la base gaditana de Rota como la ampliación del gasto en Defensa. La recurrente apelación por Gobierno y oposición a los 'pactos de país' debe superar de una vez el terreno de la retórica para fructificar en aproximaciones y, en su caso, acuerdos tangibles en un contexto excepcional en el que se dirimen –conviene créerselo– la paz, la libertad, la seguridad y el bienestar socioeconómico de democracias como la nuestra.

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