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El estrés social provocado por la crisis del COVID-19 con las heridas que está produciendo en el tejido socioeconómico es cada día más patente y dejará profundas cicatrices. Apenas recuperados de las que comportó la crisis del 2008, como el aumento de la desigualdad ... en Europa, la emergencia del populismo o la explosión de los parámetros políticos conocidos, ¿cuáles serán las del COVID? Los daños de la congelación debida a la pandemia: paro, escasa recuperación de empleo (apenas 4 de cada 10 empleos destruidos en ella), 800.000 trabajadores inactivos hace seis meses bajo los ERTE sin ser considerados parados, turismo en coma, transportes bajo mínimos, comercios cerrados, PIB reducido al 22% interanual, déficit público previsto del 11% a final del 2020 (2,8% en 2019) etc., son daños permanentes que los expertos auguran no recuperables hasta 2023, con un 2021 esperado como 'annus horribilis' para los ahorros, empleo, inflación, mayor pobreza.
El crecimiento que un país logra cuando su capacidad productiva y de empleo funciona plenamente está dañado por el paro incrementado y exclusión enmascarada de trabajadores; el escenario es de recesión. Para intentar paliar el desastre económico se han ofrecido ayudas económicas de urgencia y aumentado la ayuda social, ampliándose la brecha entre clases.... y también la picaresca. Estas medidas gubernamentales suponen una aguda sacudida a las arcas del Estado, con una clase activa cada vez más exigua y ahogada, y el aumento de la deuda pública. Además, no son milagrosas si la pandemia no se contiene y si la actividad productiva se estanca.
Mientras tanto... ¿quién paga la factura de esta grave crisis? ¿Qué sucederá después de la vigencia de estas medidas excepcionales cuando el paro, la caída productiva e inversora muestren su verdadero rostro?, ¿qué hará el Estado con los nuevos pobres?, ¿cuánto tiempo más pueden las entidades benéficas apoyar a los más necesitados?
Las secuelas de la pandemia serán profundas, dependerán de su deriva y la eficacia resolutiva del Gobierno que debe planificar políticas efectivas, cambios estructurales y profundos que marquen una nueva época. Las medidas que afloran son poco esperanzadoras: congelación de salarios, disminución del sueldo de funcionarios, retoque de las pensiones, aumento de impuestos, etc. Quizás el sistema debe pensar en ahorrar, fomentar la producción, revisar costes de los cargos públicos, recaudar sobre los que tienen más capacidad de contribuir o sectores menos gravados anteriormente, y garantizar un reparto equitativo y justo de las cargas.
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