Marcelino, autor de este artículo, con su madre ayer. JUSTO RODRÍGUEZ

Pacto honrado con la soledad

ANÁLISIS ·

Un beso, una sonrisa, una frase cariñosa tienen para nuestros mayores más valor que cualquier bien, que cualquier regalo

Sábado, 30 de mayo 2020, 08:26

En una sola frase de 'Cien años de soledad' compendia Gabriel García Márquez el efecto que esta prolongada cuarentena está suscitando en nuestros mayores, que llevan 75 días enclaustrados en sus residencias sin saber apenas nada del mundo exterior: «El secreto de una buena vejez ... no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad».

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Porque con la soledad como indefectible compañera han tenido que lidiar durante demasiado tiempo, añorando los besos, los abrazos o las palabras de cariño de sus seres más queridos y, lo que es peor, con la incertidumbre de no saber muy bien lo que estaba ocurriendo fuera, pese a las llamadas telefónicas y a las videoconferencias.

«Pero qué es lo que ha pasado, hijo», preguntaba ayer mi madre, con los ojos bañados en lágrimas, como queriendo comprender a través de cuatro palabras la realidad tan compleja que está suponiendo la pandemia provocada por el COVID-19.

Ella, que recuerda con mayor claridad su niñez y su juventud que lo que hizo la semana pasada, evocaba a sus 95 años los recuerdos de sus padres hablándole de los últimos coletazos del cólera morbo, a finales del siglo XIX, y de la mal llamada 'grippe española', que en 1918 segó las vidas de 300.000 españoles y que en la provincia de Logroño dejó más de 1.300 muertes.

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Las personas que, como mi madre, han sufrido la guerra fratricida y la hambruna de la posguerra, que han tenido que luchar en épocas difíciles y complicadas y han logrado sacar adelante a sus familias, saben disfrutar como nadie de la cotidianeidad y, también del cariño de sus seres más queridos. Un beso, una sonrisa, una frase cariñosa tienen para ellos mayor valor –y no solo sentimental– que cualquier bien, que cualquier regalo.

Este maldito coronavirus nos ha obligado a reflexionar sobre lo que verdaderamente importa y sobre lo que no es sino impostura y oropel.

Sin embargo, cuando todo esto pase de largo, cuando el peligro ya no sea inminente, muchos volverán a su existencia convencional, a sus hábitos de siempre, y pronto tratarán de olvidar el horror de aquella pandemia que los mantuvo encerrados en el año 2020.

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Pero dentro en un futuro no tan lejano, como les ocurre a los abuelos que ahora transitan los últimos años de su vida en una residencia de la tercera edad, estaremos obligados a buscar un pacto honrado con la soledad para que la vejez sea más llevadera.

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