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El acuerdo alcanzado por la UE para encauzar las reducciones en el consumo de gas ante un invierno bajo la amenaza de cortes en el suministro por el Gobierno de Putin permite a los socios comunitarios seguir manteniendo una respuesta coordinada frente al «chantaje» del ... líder ruso. La solución encontrada por los Veintisiete, con el único desmarque de la Hungría de Viktor Orbán, acomoda la necesidad de prevenir las carencias que puedan venir si Moscú hace valer toda su capacidad de coacción gasista y los riesgos singulares para el motor industrial alemán con las singularidades de los distintos países miembros en un asunto –la suficiencia energética, en solidaridad con el resto de la Unión– vital para todos y cada uno de ellos. Hay que congratularse de la entente hallada y también de que España pueda dar por asumible una cuota –el eventual recorte del 7 u 8%, la mitad del propuesto de modo voluntario– más acorde a sus dificultades de conexión con Europa y a la opción de exportar más gas. No obstante, el alivio por el pacto no debe distraer, en paralelo, de un peligro más a largo plazo pero evidenciado ya: que cada vez pueda hacerse más complejo guardar la unidad si Putin endurece la presión y la guerra prosigue.
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