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Derrocar a la Monarquía es el principal objetivo político de Pablo Iglesias. Bueno, está en su derecho opinar como quiera y de expresarlo con libertad. Gracias a la Monarquía que tan vehementemente rechaza, disfruta como el resto de los españoles del derecho a poder hacerlo ... sin exponerse a ninguna represalia ni condena como ocurría cuando no había un rey encargado de defender la estabilidad democrática que tanto costó disfrutar.
Choca, eso sí, que Iglesias lo manifieste aprovechando el eco que le proporciona su puesto en el Gobierno en el que parece gozar de todas las ventajas del poder y ninguna obligación ni limitación. Quizás es que conforme a su vocación demagógica no reparó en algo tan elemental como es conocer la Constitución de todos de la que la Monarquía es parte fundamental. Mal habrán sido formados sus alumnos cuando era profesor asociado en la Universidad si en alguna de sus clases cometió semejante lapsus.
Pero para la generalidad de los ciudadanos, que siguen las vicisitudes de la política de refilón, seguramente ha sido mayor la sorpresa escuchar a un vicepresidente del Gobierno situar el futuro de la Monarquía como el primer problema que hay que resolver. España, como otros países, atraviesa una etapa muy dura, una crisis múltiple que empieza nada menos que con una amenaza para la salud y la vida de las personas
El Gobierno, del que forma parte el señor Iglesias más bien de prestado, tiene por delante entre otros retos hacer frente a la pandemia, adoptando decisiones tan duras como imprescindibles. Y, mientras tanto, se enfrenta a una situación económica catastrófica, a un incremento brutal del desempleo, a un aumento muy penoso de la pobreza, al control de la migración clandestina y todas sus derivadas, a una nueva prórroga de los Presupuestos, al riesgo de los niños en las escuelas y al vivir sin vivir en sí de los padres... Mucho tajo para responder al encargo recibido de los votantes, sí. Y para Pablo Iglesias y los suyos, lo prioritario es abordar el derrocamiento de la Monarquía y proclamar la República. ¿No es un poco deprimente ver qué políticos tenemos? Por fortuna, no todos. Como uno no tiene constancia de que Iglesias sea tonto, quizás solo irresponsable, tal vez sea porque en su ilimitada ambición política quiere culminar un capítulo de la historia de nuestras generaciones como presidente de una República. ¿Cuál? Cabe ahora preguntarse.
Porque Iglesias para ser más convincente debería aclararnos qué modelo considera el mejor: ¿la cubana, quizás? ¿la bielorrusa, la de Singapur, la de Libia, la de Venezuela, tal vez, que tanto admira? ¿O la de Corea del Norte, una república monárquica, comunista y de propiedad familiar?
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