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Pablo

A PROPÓSITO ·

Toño Del Río

Logroño

Martes, 3 de noviembre 2020, 09:38

Hasta la mañana del domingo Pablo Alcaide era un chaval anónimo. Un adolescente más. Con su acné y su flequillo. Sin pintas de macho alfa de su cuadrilla, para qué nos vamos a engañar. El típico chaval del que no habría tomado nota la mayoría, ... porque la mayoría es, somos, ciega por naturaleza. El típico chico que pocos padres habríamos elegido como yerno, porque los padres tenemos la mirada pervertida por la estupidez. El típico joven que habríamos imaginado ensimismado frente a una pantalla, a varias pantallas, y ajeno al mundo... El árbol del prejuicio nos impide ver el bosque donde habitan Pablo Alcaide y otros Pablos. El paradigma de la adolescencia no son los 13 detenidos de la kale borroka logroñesa. Ni los otros cien que les acompañaron en su sublime estupidez. Seguramente, tampoco lo es Pablo. Pero prefiero apostar mi confianza a que hay más Pablos que imbéciles botelloneros (en brillante definición de Ricardo Romanos) que juegan hasta las 10 a ser revolucionarios y se quedan en la cama de mamá cuando los de verdad tienen los huevos para ponerse a limpiar su mierda en El Espolón.

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