El otoño de la España vacía y vaciada

Este año se ha hablado mucho y se ha aportado poco sobre cómo solucionar la sangría poblacional de nuestros pueblos, especialmente los que se hallan en la UVI de la pirámide demográfica. Mientras los vecinos hacen todo lo que pueden para sobrevivir sin médicos o ... sin infraestructuras viarias -sacan adelante sus rebaños, trabajan en sus pequeños talleres o faenan entre la foresta- los Gobiernos de turno no saben qué hacer ni qué dinero gastar. Cuando el viento otoñal mece los columpios vacíos y susurra al oído de los vecinos que se quedan solos, los políticos de turno sacan su maletín a relucir cuando quizá sería el momento para que, pertrechados con un buen morral, se pateasen nuestros pueblos para ver qué hacen sus habitantes, escuchar sus necesidades y darles soluciones: reducción de impuestos; subvenciones directas para que las tiendas, y por qué no los bares multiservicio, esos lugares de peregrinaje social, sigan abriendo; apoyo económico a iniciativas culturales, turísticas y sociales que dinamicen la vida rural, el impulso de pequeñas cooperativas de productos artesanos y naturales que incluyan diferentes pueblos... También, por supuesto, facilitar vivienda y ayudas, no solo testimoniales, para quienes tengan el arrojo de vivir en el campo y criar allí a sus hijos.